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Música

Ana Liz Ojeda: "Me demoré un poco en dedicarme solo a la música antigua, pero creo que he llegado a puerto"

junio 21, 2023

La valdiviana es solista de segundos violines de la Accademia. "Es una orquesta donde no me siento extranjera", indica. Además de una nutrida discografía con ese conjunto, tiene elogiados discos con su propio ensamble Il Tetraone. Vino a Chile a dirigir a la Orquesta Usach.

Ana Liz Ojeda: "Me demoré un poco en dedicarme solo a la música antigua, pero creo que he llegado a puerto"

Ana Liz Ojeda.

Hace 16 años la violinista chilena Ana Liz Ojeda (1974) integra la Accademia Bizantina, agrupación fundada en Ravenna, en la costa del Adriático de la Emilia Romagna. El conjunto se dedica a la interpretación históricamente informada del repertorio de los siglos XVII y XVII, además del tardío Renacimiento. Con la la dirección de Ottavio Dantone, tiene no sólo una intensa agenda de conciertos, sino también una fructífero trabajo discográfico.

Ana Liz Ojeda cumple en la Accademia Bizantina un rol crucial: es solista de los segundos violines. Además, tiene su propio ensamble, Il Tetraone, con el cual ha grabado para Decca. Asimismo, es concertino de la Enea Baroque Orchestra, la primera en su tipo compuesta íntegramente por mujeres.

La violinista nacida en Valdivia acaba de dirigir a la Orquesta Usach, desde el violín solista, Las Cuatro Estaciones de Antonio Vivaldi. Fue el martes 20 de junio, en un repleto Teatro Aula Magna Usach, y las expectativas eran muy altas: los tickets se agotaron rápidamente una vez que se abrieron las inscripciones gratuitas.

Este concierto fue antecedido por una primera colaboración, el año pasado, cuando vino a Chile para actuar en el XVI Festival Internacional de Música Antigua de la Universidad de Santiago de Chile, que se desarrolló entre fines de abril e inicios de mayo de 2022. En esa ocasión lideró a un ensamble de la Orquesta Usach, en obras de Arcangelo Corelli y Antonio Vivaldi, invitada por la concertino Oriana Silva.

Ana Liz Ojeda. Foto: Nicola Dal Maso / RibaltaLuce Studio.

Radio Beethoven conversó con Ana Liz Ojeda respecto de su actual colaboración con la Orquesta Usach, su carrera y sus proyectos artísticos. También, sobre sus conceptos musicales.

¿Cómo se toma la invitación a venir a trabajar con la Orquesta Usach, considerando que estuvo un par de meses en esa agrupación, como violinista, en el año 1992, mucho antes de iniciar su camino en la música antigua?

(Ríe). «Así fue. Sinceramente, es muy emocionante. No me imaginaba que iba a funcionar esta idea que tuvo Oriana Silva el año pasado cuando vine a participar en el Festival de Música Antigua de la Usach. Oriana Silva, que es la concertino de la orquesta, valdiviana y amiga mía, me dijo: ‘Tú podrías armar dos programas, proponerlos y ver qué pasa’. Sinceramente no pensé que me iban a invitar. Pero hay colegas que conozco, y que se acuerdan de mí, personas que volví a ver hace muchos años en Alemania, algunos de ellos iban tocando con la Orquesta Sinfónica de Chile en una gira que hicieron por Alemania, yo los fui a escuchar a la sala de la Filarmónica de Colonia. Para mí es importante hacer cosas en Chile porque llevo tanto tiempo afuera, son ya 30 años. Me fui de Chile el 7 de enero de 1993 y en realidad he hecho más cosas afuera que adentro de mi país. Me gustaría seguir haciendo cosas acá, conciertos, ya sea de música de cámara o más grandes como éste, así como enseñar. Me interesa mucho poder aportar en Chile».

¿Cómo se inició su formación musical? ¿Dónde y con quién comenzó a estudiar violín?

«Soy de Valdivia y empecé estudiando allá a los siete años, con mi padre,. Continué por varios años con diferentes profesores, fui alumna de don Jaime de la Jara también porque él viajaba a Valdivia en mis últimos años de liceo, es decir, en tercero y cuarto medio. Luego me fui a Estados Unidos. Terminé el colegio a los 17 años y algo y tuve que esperar hasta los 18 para poder ingresar al college en Estados Unidos, entonces me vine a Santiago en marzo de 1992. Y pasé acá nueve meses, esperando mi vida y preparándome».

Ahora, ¿por qué decidió ir a estudiar a Estados Unidos? ¿No es un destino habitual en los años 90 para un intérprete que se adentra en la música antigua.

«No. Es que me fui a estudiar violín moderno. Todo fue violín moderno hasta el año 2003. Estuve solamente dos años en Estados Unidos, y después me fui a Alemania. Para poder quedarme en Alemania, para poder tener visa como chileno, estudié tres carreras y así tuve visa por ocho años. Hice el título de intérprete, el título de profesor estatal de música y luego un master en música de cámara. Traté de mantenerme, de alargar mi permanencia y cuando tenía visa haciendo el master en música de cámara me inscribí en el Conservatorio de La Haya para empezar mi trayecto en la música antigua».

Ana Liz Ojeda.

¿Cuál fue el acontecimiento que determinó su interés en la música antigua?

«Me acuerdo vivamente de eso, como si fuera ayer. Yo tenía 12 años y en Valdivia un amigo me mostró un disco del The English Concert. Simon Standage era el concertino de este grupo, y fue el primer cedé que llegó a mis manos con Conciertos de Vivaldi. La primera impresión fue de quedarme pegada a la pared de la sorpresa. Nunca llegué a pensar que muchos años después, mientras estudiaba en Alemania, iba a encontrar un curso con Simon Standage. Llegué con mi violín moderno, con mis cuerdas de metal, mi arco moderno y le dije:’Mire, Simon, yo no tengo ni cuerda de tripa ni arco barroco ni mucho menos violín barroco’. Él me dijo: ‘Quédate tranquila, no eres la única, te paso yo dos cuerdas’. Y me pasó la cuerda La y la cuerda Mi, que son las dos cuerdas más agudas del violín, y me prestó un arco barroco que era un arco original del siglo XVII, no era una copia, no era un arco económico, digamos, ¡era un don arco! Y así pasé tres días en este curso. Desde ahí quedé bastante interesada, motivada… Obsesionada, en realidad».

¿Eso más o menos en qué año fue?

«En 1999 o 1998. Lo que pasa es que fui varias veces a ese curso. Primero, porque me daban alojamiento y en esa época, como no estaba el euro todavía, todo era un poco más económico que ahora. Un día, almorzando, se me acercó este violinista famoso, Simon Standage, y me dijo: ‘Ana Liz, tú te tienes que dedicar a esto, te tienes que concentrar y dedicarte a la música antigua, al violín barroco’. Y yo le dije: ‘Simon, no puedo, porque estoy estudiando en Alemania violín moderno. Tengo que terminar y luego tengo que trabajar. Yo trabajo con el violín moderno, es mi forma de mantenerme, de sobrevivir’. Pero, claro, ésas fueron sus palabras. Y así ha sido en realidad, me demoré un poco en dedicarme solamente a esto, pero he llegado, creo yo, a puerto. He logrado ese objetivo que tanto quería realizar».

Ana Liz Ojeda, tras su concierto con la Enea Baroque Orchestra en el Palazzo Farnese de Roma, el 5 de diciembre de 2022. Es la primera agrupación de su tipo integrada solamente por mujeres y la chilena es su concertino.

¿Cuándo se decide, finalmente, por la música antigua?

«En el año 2005, me trasladé desde Alemania, donde vivía y estudiaba, a Milán porque gané un concurso para la Orquesta Sinfónica de Milán Giuseppe Verdi, que dirige el maestro Ricardo Chailly. Trabajé ahí por dos años; luego la dejé. Fue una experiencia muy enriquecedora». 

¿Cómo fue trabajar con Riccardo Chailly?

«Fue muy emocionante. Él parece una persona fría, que no establece mucho contacto humano con los colegas, pero no es así. Es muy cálido cuando uno le habla individualmente, o sea, no cuando hay un grupo de colegas o en los ensayos. Personalmente, él es una persona muy amable. Los ensayos fueron enriquecedores; fueron dos años realmente ricos en experiencia. Yo era el jefe de segundos violines de esta orquesta sinfónica y era diez años menor que todos los colegas que tenía atrás (ríe), entonces estos colegas que llevaban ahí 14 años más o menos, tocando todo el repertorio sinfónico imaginable, existente, se lo sabían todo, todo. Y yo era la menor, la última que había llegado y era la que tenía que saberse todo. Fue muy, pero muy interesante. Pasó muy rápido, fue un gran desafío. Como tenía la mitad del mes libre, porque yo trabajaba dos semanas y las otras dos semanas las tenía libres, volví al violín barroco, a la música antigua. Me inscribí en la Scuola Civica di Milano con Stefano Montanari, para seguir con la música antigua, con el violín barroco. Entonces tenía la suerte de poder tener la mitad de mes libre, para hacer lo que yo quisiera. Y después, claro, decidí dejar la orquesta sinfónica».

Solistas de cada sección de la Accademia Bizantina.

A Riccardo Chailly lo he entrevistado, y es muy amable. Pero es una persona seria: habla con seriedad y se toma en serio el trabajo. ¿Cuándo se integra a la Accademia Bizantina y cómo ha sido esa experiencia hasta ahora?

«Yo me inscribí en la Scuola Civica di Milano el año 2006, para estudiar con Stefano Montanari, que era mi maestro y primer violín de la Accademia Bizantina en esa época. Seis meses después, me llama la secretaria de la academia preguntándome, era en el mes de febrero de 2007 y yo lamentablemente no podía participar con ellos porque tenía otro compromiso. Me dolió el alma cuando le tuve que decir que no a la secretaria. Bueno, pasó un poco de tiempo y me dijeron: ‘Ana Liz, ¿tú estarías dispuesta a participar en una gira en Sudamérica?’ Eso era en 2005. Y yo les dije: ‘¡Por supuesto, inmediatamente, cancelo todo lo que tengo!’ (ríe). Vinimos a Santiago, tocamos dos veces en el Teatro Municipal, estuvimos en Argentina y en Brasil. El tiempo ha pasado muy rápido, muy, muy rápido. He pasado de ser la última de los segundos violines al jefe de segundos violines de la Accademia Bizantina. La Accademia es una cooperativa, somos 12, 14 socios, y tomamos parte en varias decisiones musicales, artísticas, de organización y de planificación. Es una orquesta donde no me siento extranjera; sino que me siento una parte importante. De hecho tenemos un rapporto, una relación íntima con todos los miembros. Ellos aceptan, por ejemplo, que yo venga a hacer mis conciertos en Chile (ríe). Ahora mismo, antes de venir para acá, estuve todo el mes de mayo en Alemania, en Göttingen, en el Händel-Festspiele, donde tocamos Haendel todo el mes, obviamente. Ellos saben que mi mes de mayo de todos los años lo paso en Alemania. Es un ambiente muy divertido, he aprendido mucho. Es de mucha responsabilidad; hemos grabado varios discos y ahora en noviembre van a salir los Concerti Grossi de Corelli, acaban de salir los Conciertos de Haendel y van a salir también los Concerti Grossi de Geminiani. Es importante para mí, ha sido un logro, soy el segundo violín solista, me quieren mucho, no lo puedo negar, y yo también a ellos».

Antes estábamos acostumbrados a un formato en que los directores tenían un mando estrictamente vertical en las orquestas, una forma de liderazgo que se viene cuestionando hace tiempo. En cambio, un formato de cooperativa, como el que tienen ustedes en la Accademia Bizantina, es distinto. Imagino que poder trabajar de esa manera, como artista, es interesante para usted.

«Sí. Nosotros tenemos que aprobar una, dos veces al año, el balance económico de lo que entró en la cooperativa, ese tipo de cosas. Tenemos que elegir a los miembros que nos representan ante el jefe o los representantes de la orquesta, y lo decidimos juntos».

Accademia Bizantina, ensayo previo a la grabación de los Concerti Grossi de Arcangelo Corelli.

Ana Liz Ojeda fue solista de segundos violines entre 2005 y 2007 en la Orquesta Sinfónica Giuseppe Verdi de Milán, con la dirección de Riccardo Chailly. A inicios de los años 90, en la Columbus University, en Estados Unidos, estudió con Patricio Cobos y luego, en Alemania, en la Hochschule für Musik Detmold, con Marco Rizzi. Después, se empezó a formar en música antigua y violín barroco con Ryo Terakado en el Conservatorio de La Haya, y luego con Stefano Montanari en la Scuola Civica de Música de Milán.

La violinista valdiviana ha colaborado con conjuntos como La Risonanza, I Barocchisti, la Orquesta Barroca de Helsinki, L’Onda Armonica, Atalanta Fugiens, Il Complesso Barocco e Il Pomo d’Oro.

Artículo en The Guardian sobre el CD El Arte de la Fuga de la Accademia Bizantina.

Ana Liz Ojeda ha actuado en prestigiosas salas: Carnegie Hall y Lincoln Center en Nueva York, el Palau de la Música de Barcelona, el Teatro Real deMadrid, el Wigmore Hall y el Barbican Centre de Londres, el Théâtre des Champs-Élysées de París, la Opéra Royal de Versalles, el Concertgebouw de Amsterdam, la Berliner Philharmonie, la Filarmónica de Colonia, el Teatro Nacional de Praga, el Centro Nacional de las Artes Escénicas de Pekín, el Teatro Filarmónico de Kiev y el Teatro alla Scala de Milán, entre otros.

Ahora le haré una pregunta que puede ser muy útil para todos los auditores de Radio Beethoven. ¿Cuál es el rol que cumplen los segundos violines dentro de una agrupación y cuál es la diferencia que tienen con los primeros violines? Pero, primero que todo, ¿por qué se necesitan primeros y segundos violines?

«Bueno, los violines son las voces más altas. Es necesario, es indispensable, tener dos voces sopranos, que en este caso son los violines 1 y los violines 2, luego están las violas, que serían los tenores, y los bajos son los chelos y los contrabajos. No hay una diferencia técnica; no se llaman segundos violines por una carencia musical o técnica. Al contrario; lo que me toca vivir en varios grupos donde he participado es que el nivel de los segundos violines tendría que ser quizás mejor que los primeros. Muchas veces los segundos violines tienen el rol de acompañar a los primeros, es decir, de acompañar a la melodía, y para eso se necesita concentración».

Accademia Bizantina en la portada de la Revista Ritmo en España.

Ahora, que Ana Liz Ojeda vuelve a Europa después de su trabajo con la Orquesta Usach, tiene conciertos con el ensamble romano Concerto de Cavalieri y la guitarrista italiana Laura La Vecchia, así como actividades con la Accademia Bizantina y el ensamble Il Tetraone.

Entre los discos que ya ha publicado la música chilena con la Accademia Bizantina están El Arte de la Fuga de Johann Sebastian Bach, Concerti Grossi de Handel (Decca), Concertos para cuerda de Vivaldi (Naïv), Bach Concertos con Viktoria Mullova (Onyx) y Vivaldi con moto con Giuliano Carmignola (Archiv). Asimismo, grabó Gli strali d’amore de André Campra con La Risonanza y Fabio Bonizzoni (Glossa).

Hablemos de su vida discográfica. ¿En cuántos discos ya ha participado y qué ha sido lo más interesante y lo más desafiante de su carrera discográfica?

«Creo que, sin duda, he grabado como 30 o 35 discos. Está muy mal de parte mía, pero no tengo una lista de todos los discos que he hecho con otros grupos, con orquestas sinfónicas y modernas también. No he hecho ese elenco. Pero estos últimos tres discos de la Accademia Bizantina son importantes. va a salir ahora I Concerti Grossi di Corelli, y eso fue un gran desafío; fue muy hermoso desde el punto de vista personal y emotivo, porque fue como un reconocimiento por parte del director, y he salido premiada. Creo que ésa es la sensación, nunca lo había expresado en palabras, pero me siento premiada por parte de este grupo que el próximo año va a cumplir 40 años. Vamos a tener muchos conciertos en Europa. Pero es un ambiente muy relajado, hay mucho humor. Me llaman ‘la solista’. Ellos dicen: ‘La solista va a ir a Chile a hacer sus cosas’ (ríe). Es todo con un espíritu de broma así que al final tú te ríes. Pasan cosas muy divertidas en Italia; ya subirte a una micro es como estar en una película. Entonces yo vivo muy bien, dentro de la orquesta, y también vivo muy bien en el país: vibro con la comida, la forma de hablar, los gestos, el sol».

Ana Liz Ojeda. Foto: Nicola Dal Maso / RibaltaLuce Studio.

Además de su puesto en la Accademia Bizantina, usted tiene abundantes colaboraciones artísticas con otros conjuntos. Pero también tienen su propio ensamble, Il Tetraone. ¿Qué la motivó a armar ese ensamble?

«Somos cinco colegas de la Accademia Bizantina que decidimos empezar a estudiar repertorio incluso romántico. Ahora va a salir nuestro tercer disco con Cuartetos de Beethoven; nuestra fortepianista es Valeria Montanari, hermana de Stefano. Para nosotros es hermoso tocar Mozart con instrumentos o copias de la época. Es como mostrar la otra cara de cada uno de nosotros porque todos queremos tocar obras de otros siglos, de un poquito más hacia acá.  Hemos grabado Schubert; grabamos La Trucha, y eso fue súper complejo porque tocar Schubert con cuerdas de tripa no es fácil. La cuerda de tripa, con el calor se extiende, y la afinación baja. Entonces constantemente tienes que estar afinando. Tenemos muchos saltos en Schubert, tenemos que usar otro tipo de arcos para enfrentar este repertorio. Es para mí de mucha importancia trabajar con mi cuarteto, tenemos un concierto el 29 de julio, con dos cuartetos de Mozart y un cuarteto de Beethoven. Tocar con un fortepiano te impide llegar fácilmente a las salas de concierto porque este instrumento no existe con mucha regularidad, entonces el organizador del evento tiene que contratar una persona que te traiga un instrumento y eso no es fácil, claro. Nosotros estamos tratando de entrar a una agencia para que nos organicen conciertos, pero el mercado está amplio, hay tantos músicos. Bueno, hacemos lo que se puede».

Il Tetraone es un cuarteto de arcos con pianoforte y fue fundado en 2011. Lo integran Ana Liz Ojeda en violín, Alice Bisanti en viola, Paolo Ballanti en violonchelo, Valeria Montanari en fortepiano y Giovanni Valgimigli en contrabajo.

En 2019 lanzaron su primer disco, Il Tetraone, con el quinteto La Trucha de Schubert, el Cuarteto para piano y cuerdas Op. 16 de Beethoven. Fue nominado al disco del mes en la revista Diapasson. Trazom, el segundo CD, de 2020, incluyó los Cuartetos con piano KV 478 y KV 493 de Mozart. El tercero, de 2023, reúne los Cuartetos WoO 36 n°s 1, 2 y 3 de Beethoven. Todos fueron editados por NovAntiqua Records.

Il Tetraone.

¿Qué sucede con el temperamento cuando tocan con instrumentos históricos obras ya no sólo Beethoven, sino incluso de Schubert? ¿Cómo se hace ese trabajo de afinación cuando son repertorios propiamente románticos?

«Soy sincera: no te queda otra que espiar con el afinador. Es tan simple como eso. Nosotros estamos usando un temperamento equabile, es decir, igual. No usamos un temperamento Vallotti, como sí lo hacemos en la Accademia Bizantina que tocamos a 415 Hz con Valloti. Con el fortepiano tocamos principalmente equabile, temperamento igual, para facilitarnos a todos la existencia. No es fácil, te digo, soy sincera. Como somos un grupo pequeño de violín, viola y chelo, tenemos que tener el afinador en la mano, en el atril, al menos en los ensayos. Y después en el concierto tienes que llegar hasta el final como sea».

Es interesante pensar en la raíz de la motivación para abordar, desde los instrumentos y desde la práctica de la música antigua el repertorio posterior. Es atractivo pensar por qué se hace.

«Sinceramente, es atractivo para nosotros. No sé si para el público sea tan atractivo. A mí la gente comenta que es interesante escuchar lo que sucede con Beethoven. El año pasado, por ejemplo, tocamos en Florencia para una asociación que se llama Cristofori, donde hay un laboratorio con 40 fortepiamos, y nuestra fortepianista fue a elegir el instrumento que más le acomodaba. Eligió un instrumento original de la época de Mozart que se llama Schanz; es un instrumento pequeñito que si tú lo escuchas suena como resfriado (ríe). Ésa fue la impresión que me dio cuando llegué a la sala de conciertos y empezó a tocar este pequeño instrumento que era hermoso. El pedal no estaba en el piso, sino debajo de las teclas, debajo de la tasquera, entonces esta niña tenía que usar un zapato con taco para poder usar el pedal con la rodilla. Cuando usaba el pedal, tenía que subir y bajar la pierna. Con un instrumento de ese tipo uno inmediatamente toca de otra forma; no podría decir que más piano, más despacio, pero sí quizás con más dulzura, con menos furor para entrar en la cuerda como si estuviéramos en una sala de conciertos grande. Y también el año pasado tocamos en Rovigo, que queda en el norte de Italia, cerca de Padova, en el mes de agosto, con un 95% de humedad y en una iglesia. Ahí tocamos con una copia de un fortepiano antiguo. Claro, ahí tienes que tocar fuerte y tratar de producir sonido, primero por la humedad, y también porque el fortepiano responde distinto».

Por Romina de la Sotta Donoso | 21-06-2023.

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