Luis Alberto Latorre habla del repertorio chileno que abordará en la apertura de la 60a Temporada de Cámara UC
mayo 8, 2024
"En Chile la música no sería posible sin Pedro Humberto Allende", declara el pianista profesor del Instituto de Música UC que abordará justamente a ese compositor y también a Acario Cotapos y Alfonso Leng, en dos conciertos gratuitos que rinden homenaje al Grupo de los Diez.
Con música chilena de gran valor artístico y que representa nada menos que las bases de nuestra institucionalidad musical se dará inicio a la 60a Temporada de Cámara UC.
El encargado de abrir esta edición especial de aniversario será el pianista Luis Alberto Latorre, profesor del Instituto de Música UC y solista de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile. Será el martes 7 de mayo a las 19:30 horas, en el Auditorio del Centro de Extensión Oriente (Jaime Guzmán 3.300, inscripción gratuita). Además, habrá una segunda presentación, a las 18 horas del miércoles 8 de mayo en el Museo de Artes Visuales MAVI UC (Lastarria 307, inscripción gratuita).
El programa se titula «Música chilena de hace 100 años: Allende, Leng y Cotapos», y el foco estará en tres compositores que fueron miembros fundamentales del Grupo de los Diez.
Este programa, explica Luis Alberto Latorre, se desprendió de un proyecto discográfico que grabó con el sello Chile Clásico. «Tenía la idea de interpretar obras chilenas de principios del siglo XX», recuerda.
A cien años de su estreno, interpretará la Sonata Fantasía de Acario Cotapos, las 5 Doloras de Alfonso Leng y las 12 Tonadas de carácter popular chileno de Pedro Humberto Allende. «Son todos compositores chilenos muy importantes de principios de siglo XX, y estas obras están prácticamente cumpliendo cien años desde que se hicieron», adelanta Luis Alberto Latorre.
«Cuando uno habla de la música chilena de hace cien años estamos hablando del primer tercio del siglo XX y es inevitable relacionarlo con el Grupo de los Diez, que aunaba gente de distintas disciplinas. Había músicos, pintores, escultores, arquitectos y escritores como Pedro Prado. Estaban Acario Cotapos, Pedro Humberto Allende y el famoso pianista Alberto García Guerrero, que fue profesor de Glenn Gould. Todos ellos se juntaron y formaron el Grupo de los Diez, que fue muy importante porque hicieron un tremendo desarrollo en la música, en la arquitectura y en las artes», detalla el profesor Latorre.
Los músicos que participaron en este grupo se relacionaron estrechamente con el Conservatorio Nacional, que más adelante se convertiría en el Departamento de Música de la Universidad de Chile. «Pedro Humberto Allende fue un pedagogo importantísimo», señala. «También se relacionaban con otras instituciones culturales de la época que son nuestros antepasados, por ejemplo, con la Academia Ortiz de Zárate y la Sociedad Bach, donde estaba Armando Carvajal, quien más adelante será el creador de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile y su primer director», agrega.
Muchos años antes de que se usara siquiera la palabra interdisciplinariedad, los integrantes del Grupo de los Diez practicaron activamente la creación, el análisis y el debate en forma interrelacionada entre los años 1916 y 1924. Eran años bullentes en el ámbito cultural. «Este período es muy fructífero, de tremenda capacidad de composición, de interpretación, con un enorme desarrollo pianístico y composicional que cimenta, creo yo, las bases de todo lo que va a suceder después, no sólo en materia musical, sino que en materia cultural e institucional», apunta Latorre.
¿Podría ser que los músicos que conocemos hoy en nuestro país y el nivel interpretativo y compositivo hubiera sido posible sin estas personas que fueron tan peculiares y tan trabajadoras?
«Siempre es importante buscar a nuestros antepasados, nuestros orígenes, nuestros inicios. La propia música, y su historia, es una tradición que va pasando de una persona a otra. Así como la música no es posible sin Bach, en Chile la música no sería posible sin Pedro Humberto Allende», asegura el pianista.
Este grupo de jóvenes tenía ese aliento interdisciplinar porque querían hacerlo todo. No querían ser catalogados, por ejemplo, como ‘yo sólo me dedico a componer’. Aparte de que el diálogo y la interacción entre gente tan interesante resulta muy nutritivo, la eclosión cultural del momento era bien rica, entonces también son un poco hijos de su época, ¿no?
«Claro. Creo que ellos se sentían artistas en el pleno sentido de la palabra. Se juntaban, hacían tertulias donde interpretaban las obras recién escritas, se recitaban poemas, etcétera. Por ejemplo, conmocionado por las Doloras de Leng, Pedro Prado le dedicó después unos escritos que Leng incorpora en la partitura como ‘acotaciones líricas de Pedro Prado’, y era algo que escribió Pedro Prado después de escuchar las Doloras, que las debe haber tocado en alguna tertulia el mismo Alfonso Leng o bien Alberto García Guerrero. Entonces había como una compenetración, un trasvasije de toda la experiencia cultural y artística entre ellos. Es un grupo muy importante, además, en la creación no sólo de composiciones, sino que de una mentalidad cultural que va a ser la base de todo lo que va a pasar en Chile después».
Y no sólo de lo que va a pasar en la música de tradición escrita, sino que también en todas las otras disciplinas, ¿no?
«En todas las disciplinas, claro. Alfonso Leng, por ejemplo, era un tremendo odontólogo y fue el primer decano de la Facultad de Odontología de la Universidad de Chile. Era destacado como investigador y como profesor; en el Campus Norte de la Facultad de Medicina, en la Facultad de Odontología, hay una tremenda estatua que dice ‘Sala Alfonso Leng’. Para ellos, Alfonso Leng es un tremendo personaje y, para nosotros, como compositor, como músico, es tremendo también. Es muy, pero muy importante. Así que ésa es la idea de este concierto, comunicar lo que se estaba haciendo en esa época».
Los tres compositores que usted va a interpretar son muy distintas como personas y en carácter, y además tienen lenguajes muy distintivos. Es interesante porque escuchar a los tres en el mismo programa nos mostrará que, más allá de sus diferencias, hay algo en común. Se percibe algo en común porque, dado el momento en el que viven, ellos miran a la tradición, sobre todo francesa, y beben de ella, pero generan algo realmente nuevo, ¿no?
«Claro, son muy distintos en su quehacer y en su composición, pero tienen semejanzas: como tú decías, este espíritu filo-francés. Todos se iban a Francia, que a principios del siglo XX era quizás el centro artístico más importante. Después lo van a ser también Alemania y otros países, pero en ese momento todo el mundo miraba hacia Francia, que había recogido el Impresionismo y el Simbolismo, con Debussy, con Ravel, y con todos los compositores estaban surgiendo ahí. De alguna manera, todos trataban de ir para allá, consiguiendo becas o gestionando viajes por su propia cuenta, pero llegaban a Francia. Todos fueron; Acario Cotapos, pero también Roberto Matta y Violeta Parra. Y así es como en las Tonadas de Pedro Humberto Allende está lo folclórico chileno, de esas pequeñas danzas y canciones, pero transformadas en un espíritu impresionista. Era imposible no dejarse influenciar por lo que estaba sucediendo en Francia, y por eso se dice que esas tonadas son chilenas, pero con un sabor francés muy fuerte. Lo otro que caracteriza mucho al Grupo de los Diez, sobre todo a los músicos, es que muchos de ellos fueron prácticamente autodidactas; se formaron en sus casas o tienen algunos estudios con algunos profesores. A excepción de Pedro Humberto Allende, que sería el más académico, pues estudió en el Conservatorio y después fue decano y un pedagogo muy importante. En esa época, el Gobierno chileno becó a Pedro Humberto Allende para hacer una investigación sobre la pedagogía en música, y fue a Francia en primer lugar. Pero la mayoría es autodidacta; aprendieron un poco en reuniones, en conversaciones y con las amistades que tenían. El caso de Acario Cotapos es muy singular, pero de una musicalidad asombrosa, quizás más contemporánea. Es el más osado, el que se atrevería a desafiar las normas de la época, el más avezado en ese sentido. Es una persona muy especial, conoció a mucha gente, amante de la bohemia, de gozar la vida. Se le criticaba que era un poco desordenado, que muchas partituras no las terminó, y eso ha acarreado un gran problema cuando uno quiere ver las partituras o estudiar algo, hay muchas cosas que están no terminadas».
Pero la Sonata Fantasía, que usted va a interpretar, sí sobrevive. Además, es una obra que se tocó en su época.
«Ésa sí. Ésa yo diría que es una de sus obras terminadas. Él decía que era una obra muy lograda, encontraba que ahí se había plasmado todo lo que él pensaba en cuanto a la música».
¿Y qué piensa usted de la Sonata Fantasía de Acario Cotapos?
«Es una obra increíble, extraordinaria. Al principio se llamaba Sonata Dionisíaca, porque está basada en todo este asunto de Dionisio y Apolo, que a él le fascinaba cómo eso se proyecta a nivel de los caracteres humanos. El carácter desenfrenado versus el carácter más íntimo y reservado. Entonces esa continua contradicción de caracteres está presente en toda la obra. Al primer movimiento le había puesto La Iniciación, al segundo movimiento le puso El Rito. Es una obra bastante madura. Fue estrenada y tocada en Estados Unidos, fue tocada en Francia. Muchos pianistas se interesaron en ella».
¿Y en Chile hubo también interés?
«En Chile se tocó también. Fue muy alabada esa sonata. Hay incluso una grabación de Edith Fischer muy buena, muy bonita. En su época, había un pianista famoso que ellos conocieron en Francia, que se llama Ricardo Viñes, y él estrenaba todas estas obras. Era muy interesado en todo lo que sucedía acá también».
Entonces, estos tres compositores que usted abordará fueron reconocidos en vida.
«Yo diría que fueron bastante reconocidos. Pero ellos buscaban el ambiente de tertulia, la intimidad. No sé si buscaban algo más exitoso. Pedro Humberto Allende hasta el último minuto fue un tremendo profesor; todos los compositores que vienen después pasaron por Pedro Humberto Allende. Fue absolutamente reconocido y muy admirado en la época».
¿Qué le gustaría comentar sobre las Doloras de Alfonso Leng?
«Compuso cuatro Doloras más o menos en dos o tres años, y la quinta la compuso después, es una obra posterior. Son maravillosas y no se sabe muy bien si el término ‘Doloras’ tiene que ver con alguna nominación del carácter doloroso que pareciera que tuvieran, un carácter muy lamentoso, casi como de tristeza, o si tienen alguna relación con una forma española que existía que se llamaban ‘Doloras’, que también eran piezas de carácter íntimo, y que eran muy populares en esa época. A lo mejor tienen que ver con eso. Yo diría que Alfonso Leng es posromántico, muy influenciado por la música de Wagner y por los grandes románticos. Su música tiene un carácter melódico muy intenso, pero a la vez una armonía muy atrevida, con mucha osadía».
¿Cada una de las 5 Doloras tiene un carácter distinto?
«Son todas más bien de cierta tristeza apacible. Algunas son un poquitito más resignadas, más tranquilas, y otras son un poquito más agitadas. Al leer las acotaciones líricas que escribió Pedro Prado, uno se imagina que Alfonso Leng las tomó muy bien, porque incluso las colocó en la partitura. Yo creo que representan muy bien el espíritu de las Doloras. Y hablan del amor, de la tristeza de la muerte, la lejanía, el abandono. Son muy románticas».
Considerando que con este programa de música chilena usted abrirá la 60a Temporada de Cámara, ¿cree que es importante que el público se reencuentre con su repertorio?
«Creo que es importante como una labor musical. Tendría que ser algo obligado de todos los pianistas y de los músicos en general ver qué pasa con la música de su país. Además, estos compositores son como nuestros bisabuelos y es muy importante darse cuenta de cuáles son las bases de la musicalidad de este país, y quiénes fueron los que estuvieron antes de los que conocemos con cierta cercanía. Investigando y viendo eso, además, es increíble el desarrollo musical de esa época y lo hermosas que son las obras. La gente que vaya a los conciertos se va a sorprender al escuchar esta música que no es simple ni sencilla. Cuando uno la escucha, no dice ‘bueno, es que aquí están empezando’. Todo lo contrario, son músicas absolutamente maduras y tremendamente complejas. También hay que pensar que de ese inicio del siglo XX viene todo el desarrollo sicológico, todo el desarrollo social y todo el desarrollo comercial e industrial. O sea, principios del siglo XX es un momento muy importante en la historia del ser humano».
Gracias a ellos usted es músico.
«Exactamente. Estudiando en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, por ejemplo, uno recoge toda esa savia, toda esa tradición. Toda la música y la historia de la música es una tradición que va pasando paso a paso».
Lo que es impresionante es que estas personas estaban componiendo en la segunda y la tercera década del siglo XX, y haciendo obras tan maduras como éstas. No están ya en la música de salón del siglo XIX.
«Claro».
Convivían, en su tiempo, con otros repertorios que no están tan claramente en la música de tradición escrita. De alguna manera, era un ámbito compartido con lo popular, ¿no? Pero aquí, con Allende, Leng y Cotapos están nuestras bases.
«Claro, exactamente. Antes de eso nos encontramos con zamacuecas y cosas así. Y también hay harto desarrollo pianístico: De repente llegaban artistas extranjeros acá, y generaban un proceso de enseñanza y de estímulo, pero efectivamente no se habría llegado a un punto como éste. No se había llegado, por ejemplo, a un contrapunto tan desarrollado como el que hay en las Tonadas de Allende. Tú sabes, a todo esto, que él fue muy alabado por el propio Claude Debussy. Debussy felicitó a Allende por su Concierto de chelo y orquesta».
Quizás el desarrollo pianístico estaba apuntalándose hacía un tiempo, pero más en el ámbito del ejercicio. Quiero decir, quizás había pianismo, había gente que tocaba piano, había virtuosos, pero de ahí a que la composición también alcanzara una madurez que luego permita a los pianistas otro desarrollo frente a nuevos desafíos, es otra cosa.
«Creo que la influencia de haber salido de Chile y que las visitas a Francia, Alemania y Austria fueron muy importantes. Muchos de ellos salieron por becas y por donaciones, financiados por el Gobierno de turno. Es la época también en que Claudio Arrau sale gracias a una beca, después de tocar frente a Pedro Montt y congresistas. Había mucho más interés de parte del Gobierno y de las entidades culturales de la época de cara a los artistas chilenos. Me llama mucho la atención que a Pedro Humberto Allende le hayan dado una beca para investigar la educación musical en el extranjero y aplicarlo después en Chile. Mucho más adelante, Domingo Santa Cruz va a Alemania, también con apoyo ministerial, para estudiar y consolidar las mallas curriculares de la formación musical en Chile».
Es una época en la que la cultura era considerada un área relevante para el desarrollo del país, tal como cualquier otra, como la botánica, la agronomía, la mecánica. Entonces si antes se traían sabios, como Domeyko, a medida que avanza el siglo XX se va enviando a figuras chilenas a capacitarse afuera, para que aporten en el desarrollo de esas áreas, cuando vuelvan. La industria cultural era distinta, aún no germinaba la idea de que debe ser regida por el solo mercado.
«No era un adorno, sino que era parte de una formación integral».
Pensando en el resto del año 2024, ¿cuáles otros desafíos que asumirá en la 60a Temporada de Cámara UC le gustaría destacar?
«En julio tenemos un concierto con Guillermo Lavado y Celso López, con música dedicada a esta formación más o menos extraña, es decir, no muy común, que es flauta, chelo y piano. También tengo un concierto con Georgina Rossi con las dos Sonatas de Brahms, en septiembre. Y con el Ensamble Contemporáneo que dirige Aliocha Solovera ya estamos preparando un programa para octubre, con las Canciones del Caminante de Mahler en arreglo de Schoenberg».
Además de solista de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, usted es el director artístico del Ciclo de Piano. ¿Cómo se ve esa programación?
«El ciclo de piano se ve súper bueno; está concentrado en repertorio para dúos de pianistas, y va a ser a cuatro manos o dos pianos. Invitamos a los dúos más conocidos que hay en este momento en Chile, van a estar Liza Chung con Jorge Pepi; Mahani Teave con Valeria Prado, Danor Quinteros con Marco Cuevas y otros más».
Desde el 12 de junio y hasta el 13 de noviembre, serán seis conciertos, en este orden: Dúo Mistral, que integran Karina Glasinovic y Paulina Zamora; Danor Quinteros y Marco Cuevas; Mahani Teave y Valeria Prado; Alexandros Jusakos y Andrés Maupoint; Dúo Tala, que integran Luis Alberto Latorre y Tamara Buttinghausen, y Liza Chung y Jorge Pepi (ver programación en ceacuchile.cl).
Por Romina de la Sotta Donoso | 03-05-2024 | Publicada originalmente en musica.uc.cl.
Invitado por el Instituto Italiano di Cultura, el pianista piamontés abordará un repertorio que él mismo está rescatando en dos conciertos gratuitos que dará en Los Andes y Viña del Mar, el 29 y 30 de noviembre. "Estos compositores desarrollaron una importantísima operación de aggiornamento cultural porque tradujeron y trajeron a Italia a los grandes románticos alemanes", apunta.
El lunes 25 y martes 26 de noviembre, estrenará con Luis Orlandini y Gonzalo Cuadra obras comisionadas a Eleonora Coloma y a Rolando Cori. Y, el viernes 29, Alejandro Reyes ofrecerá una lectura nueva de la 2a Partita BWV 1004 de Bach, incluyendo corales y bajo continuo, junto a Vanessa Rojas, Javier Weibel y Oriana Silva, ahondando en el desgarrador luto que vivía el compositor. Dos nuevas propuestas artísticas paralelas a su rol en el Municipal de Santiago.
El estudiante de piano de la Universidad Austral y su colega Alejandra Veloso grabaron diez obras del compositor alemán en el disco Valdivianische Musik. Algunas son para piano solo y otras para piano a cuatro manos. Lo lanzarán el 21 de noviembre en Valdivia y el 29 en Concepción.
"Ellos superaron los límites de lo que se consideraba posible en el piano", indica Boris Giltburg y añade que en las sonatas que interpretará el 26 de noviembre "hay un cuento que la música quiere transmitir al público". El célebre pianista también entrega detales de sus grandes proyectos: la integral de Beethoven y El clave bien temperado.
El director chileno destaca la flexibilidad de la orquesta penquista, que lo eligió como su titular a sólo mese de su debut con la agrupación. Luis Toro Araya adelanta que planea hacer ópera y que es primordial darle espacio a los compositores nacionales jóvenes. Este mes está en Chile: el 7 y 8 de noviembre, vuelve a dirigir a la Sinfónica Universidad de La Serena, en los Wesendonck Lieder de Wagner, Beethoven y Schubert. Y después conduce a la Sinfónica UdeC.
El director y fundador de esta agrupación que tiene 20 años de existencia, hace un positivo balance de las recientes alianzas que han hecho y los nuevos públicos que están acerándose a una temporada que continúa e 23 de octubre con tres solistas nacionales. "Hemos tenido muchos solistas de muy buen nivel, con el apoyo de varias embajadas", comenta.
La obra fundamental del siglo XX será presentada en la 60a Temporada de Cámara UC el 22 y 23 de octubre, celebrando así los 150 años del natalicio de Arnold Schoenberg. El director chileno residente en Suiza, además, dirige a la Sinfónica Nacional Juvenil en la Séptima de Beethoven.
El director sueco debuta el 20 de octubre en el Ciclo Bach Santiago, con dos cantatas y un motete del genio barroco. Además, dirige en tres conciertos a la Orquesta de Cámara de Chile. ""Estoy tan contento por estar de vuelta y reencontrarme con todos mis amigos en Chile, tanto de la Orquesta de Cámara de Chile como de la Universidad Católica. Siempre han sido colaboraciones artísticas muy buenas", dice.
La excepcional intérprete e investigadora que ha sido premiada con el Diapaon dÓr y dirige el Museo San Colombano en Bologna, dará un recital de clavecín el 3 de octubre en la Temporada de la Fundación Guitarra Viva.