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Música

Roberto Doniez y su infatigable rescate de Enrique Soro

febrero 10, 2022

El nieto del compositor tiene grandes novedades: estrenos, ediciones críticas y grabaciones. "Se hará justicia, fuera de Chile desgraciadamente, con la primera sinfonía compuesta en nuestro país", dice.

Roberto Doniez y su infatigable rescate de Enrique Soro

Hemos sido testigos, en los últimos 20 años, de la revalorización del compositor chileno Enrique Soro Barriga (1884-1954). Si bien obras como Tres Aires Chilenos, Danza Fantástica y Andante Apassionato habían sido largamente parte de la programación orquestal en nuestro país, hace dos décadas comenzó a consolidarse un nuevo punto focal que hizo visibles más dimensiones de Enrique Soro.

El compositor recibió en 1948 el Premio Nacional de Artes Musicales, y había sido una figura fundamental de la enseñanza: apenas volvió de estudiar en Milán, en 1905, ingresó como profesor en el Conservatorio Nacional de Música. Dos años después asumió como subdirector de esta institución y luego fue su director, entre 1919 y 1928. Sin embargo, su legado fue minimizado con el paso del tiempo.

Conspiró en su contra la modernización de la institucionalidad musical chilena, cuando en 1929 el conservatorio fue absorbido por la naciente Facultad de Artes de la Universidad de Chile. Entonces no sólo se buscaron fórmulas pedagógicas actuales, sino que también se fomentó el desarrollo de nuevos lenguajes musicales. El romanticismo parecía anticuado.

Enrique Soro, en 1914. Archivo Fundación Enrique Soro.

Enrique Soro, que había estudiado en el Conservatorio de Milán, becado por el Senado de la República de Chile, y que era además un eximio pianista, un intérprete que dio extensas giras por Europa, quedó fuera de esta nueva institucionalidad. Poco importaba que hubiera sido amigo personal de figuras como Camille Saint-Saëns, Giacomo Puccini y Maurice Ravel, que hubiera estrenado obras en Milán, Berlín y Nueva York, o que editoriales tan importantes como Schirmer, de Nueva York, y Ricordi de Milán las hubieran publicado.

Aunque en el ámbito de la musicología el legado como compositor de Soro ha sido un tema recurrente de estudio, durante varias décadas los programadores y los intérpretes no exhibieron demasiada curiosidad por este acervo que podría superar incluso las 300 obras.

Sin embargo, un puñado de músicos extranjeros radicados en Chile abrió el camino para una justa valorización del creador penquista. El pianista letón Armands Abols fue el primero en grabar una obra de Soro en 2005. Lo siguió en 2015 la pianista rusa Svetlana Kotova, con un CD completo.

«Para Chile, Soro es como Tchaikovsky para Rusia, y como Grieg para Noruega. Debemos darle el lugar que merece», declaró Svetlana Kotova. «Fundó y definió el curso de la música nacional chilena. Fue el primer compositor con formación completa en uno de los mejores centros de Europa, el Conservatorio de Milán, e incorporó en sus obras el lenguaje folclórico, los ritmos y la identidad chilenos. Además, escribió la primera sonata para piano, la primera sinfonía, el primer Concierto para piano y orquesta chilenos, todos de un valor musical extraordinario», agregó la profesora de la Universidad de Chile (ver reportaje de 2016 aquí).

Luego, Katharina Paslawski, solista de violonchelo de la Orquesta Filarmónica de Santiago, le dedicó la temporada 2015 del Ensamble Filarmónico, además de grabar dos CD con obras de cámara de Soro.

Enrique Soro en su casa de calle Marcoleta, Santiago, ca. 1911. Archivo Fundación Enrique Soro.

Se sumaron, por cierto, los chilenos en esta nueva avalancha de grabaciones. El último disco publicado, ahora en 2022 es Impresiones de Cartagena y lo grabaron el pianista Alexandros Jusakos y la violinista Yvanka Milosevic, completando así el registro de la integral de la obra para dúo de Soro, pues ya habían registrado otros dos CD. Igualmente, Jusakos lanzó Album per pianoforte, álbum con obras para piano solo de Soro, en 2020.

Por otra parte, en 2016, la pianista María Blanca Mastratonio publicó un CD doble, y en 2019 se publicó otro disco con la integral de las sonatas para piano de Soro, por Armands Abols, Svetlana Kotova y María Paz Santibáñez.

En paralelo, se iniciaron las grabaciones de su música orquestal. En 2017 Naxos publicó un CD monográfico con José Luis Domínguez y la Orquesta Sinfónica de Chile. Allí se incluyó la Sinfonía Romántica, además de Tres Aires Chilenos, Danza Fantástica y un arreglo de Andante Apassionato. «Lo que más destaco del maestro Soro es su enorme honestidad como artista. Se mantuvo en su propio camino», declaró en 2016 Domínguez. Se sumaron en 2020 Nicolas Rauss y la Orquesta Clásica Usach, con una nueva producción discográfica a través de Aula Records.

En estos años, la música de Enrique Soro también volvió a sonar en conciertos, tanto de cámara como orquestales, y sin limitarse a las tres obras de siempre. Maximiano Valdés tocó en 2012 la Sinfonía Romántica con la Sinfónica de Chile, orquesta que la volvió a interpretar en 2015 con José Luis Domínguez. Un par de meses después, el director canadiense Julian Kuerti, titular entonces de la Sinfónica Universidad de Concepción, estrenaba en esa ciudad, la ciudad natal de Enrique Soro, la Sinfonía Romántica.

Y ahora, siete años después, Julian Kuerti vuelve a dirigir esta obra fundamental del compositor chileno, pero ahora con la primera edición crítica de la Sinfonía Romántica, que ha hecho el propio director canadiense. El 4 de marzo, estrenará la obra en Estados Unidos, en un concierto que ofrecerá con su orquesta, la Sinfónica de Kalamazoo, en Michigan. El programa completo está aquí, y en Recomendados hay buna entrevista con Julian Kuerti.

Será la coronación de un largo trabajo de investigación que ha contado, por cierto, con la colaboración de Roberto Doniez Soro, nieto del compositor y presidente de la Fundación Enrique Soro. Un matemático de formación que lleva 13 años dedicándose al legado de su abuelo, y que ha sido un actor clave en esta nueva vida de su obra.

Portada de la partitura original. Foto: Archivo Fundación Enrique Soro.

«Se hará justicia, fuera de Chile desgraciadamente, con la primera sinfonía compuesta en nuestro país», indica Roberto Doniez. Hemos conversado con él sobre este estreno y sobre la obra misma. También nos adelanta algunos proyectos que están llevando a cabo como fundación y que nos permitirán seguir descubriendo todas las dimensiones de un creador excepcional.

¿Por qué es relevante, a su juicio, que se vaya a publicar la edición crítica realizada por Julian Kuerti de la Sinfonía Romántica?

«La Sinfonía Romántica es, por un lado, la obra mayor de Enrique Soro, creada en el cénit de su carrera, en 1921, cuando ya tenía a su haber más de 200 obras, y llevaba ya por lo menos 16 años en Chile desde su vuelta del Conservatorio de Milán. Entonces, de partida es una obra de madurez. Segundo, es una obra donde él ocupa todo su poder de gran orquestador y, además, justo en 1920 ha conocido al gran amor de su vida y a quien le dedica su obra, que se llama Adriana Cardemil. Es una obra romántica como género musical, pero también es romántica en el sentido de que el mismo Soro está creándola como un enamorado. A pesar de que la obra está estructurada en los cuatro movimientos típicos de la sinfonía, solamente sus movimientos primero y cuarto fueron creados en 1921 y los centrales, el Adagietto y el Scherzo fueron creados cuando él sale del conservatorio con un gran premio, y fueron estrenadas en Milán como Adagio y Scherzo Sinfónico. Después, con el tiempo, él dijo voy a hacer una obra grande, voy a reunir todo todo lo que tengo en mi mundo. A Enrique Soro le toca por casualidad que sea la primera sinfonía que se compone en Chile, y así abre el camino para todos los músicos que vienen. Por eso es tan importante la sinfonía. Pero a diferencia del Gran Concierto que se estrenó en 1918 y la Suite Sinfónica, que fue tocada en Alemania en 1919, la Sinfonía Romántica nunca fue editada. Ha permanecido así más de cien años. La edición, entonces, de Julian Kuerti significa un hito porque es una partitura bonita, perfecta, pensada. De ahora en adelante se va a contar con una edición de lujo. Y Julian Kuerti, que ahora está a cargo de la orquesta de Karamazoo, la va a estrenar el 4 de marzo, y ha cedido los derechos a la Fundación Enrique Soro para que ella la administre a futuro y la ponga a disposición de las orquestas si es que realmente les interesa».

Dedicatoria de la partitura manuscrita, a su mujer, Adriana Cardemil. El documento se conserva en el Archivo de Música de la Universidad de Chile. Foto: Archivo Fundación Enrique Soro.

¿Hasta ahora, qué material usaban las orquestas que querían interpretar la Sinfonía Romántica?

«En la época de Soro, él llevaba sus materiales a la orquesta. De hecho, cuando la estrena, el 9 de mayo de de 1921 en el Teatro Municipal, él llevó sus manuscritos; los músicos tocaban con las partituras escritas de puño y letra de Soro. Después, por los años 40 o 50 la Universidad de Chile hizo una partitura; hay una copista que la copió, pero el carácter es muy precario, encuentro yo. Después la Chile hizo una nueva edición digital a la cual le ha faltado revisión, y finalmente se ha llegado ahora a una edición en que el director junto a dos músicos ayudantes de la Universidad de Concepción han estado estudiando detalle por detalle del manuscrito, que yo lo mandé a fotografiar al gran escáner que tiene la Biblioteca Nacional, me parece que en 2015. Entonces nosotros contamos con unas fotos gigantes que cada página pesa 10 gigas, y el manuscrito tiene 323 páginas. De esos facsímiles este director ha hecho una partitura. Cuando se dice edición crítica es que cada vez que el editor toma una decisión la explica en una nota a pie de partitura o en un prólogo inicial. Hay accidentes musicales o modulaciones que están en el manuscrito y se perdieron en la copia que existía y que, según lo que me cuenta, tenía muchos errores. Y toda esa belleza del manuscrito original ha sido incorporada a la edición actual. Incluso Soro, al girar la página, de repente se olvidaba de colocar una pequeña indicación, y eso ha sido subsanado ahora. Esta edición crítica no es simplemente una copia de mano de copista, sino que es una versión analítica, estudiada, de qué es lo que dice el manuscrito y qué es lo que dice la versión original».

¿Cómo se financió este trabajo?

«Pucha… Gratuito». 

O sea, ¿es sólo la motivación de Julian Kuerti? Es impresionante; recuerdo que que él fue de los primeros en programar a Enrique Soro, cuando estuvo en la Sinfónica Universidad de Concepción, y no las mismas tres obras de siempre, sino que la Sinfonía Romántica, en 2015.

«Exacto. Yo lo conocí en Concepción, lo invité a mi archivo, estuvimos conversando con varios de sus músicos y lo entusiasmé. Encuentro maravilloso que ahora se haya re-entusiasmado, después de lo que pasó en Concepción, porque a él le gusta mucho Soro. Él ya ha estado trabajando con la orquesta, ve a los músicos muy entusiasmados y él mismo se ve muy entusiasmado de poder plasmar la obra sin las restricciones que tuvo en Concepción. Porque en Concepción, claro, tenía a los músicos, pero la dirigencia de la Corcudec parece que no afiataba con él. Él está fascinado. Va a ser un evento importante. Yo le hice pensar en lo siguiente: qué curioso que Soro en 1915, 1916, 1917 y 1918 era más conocido en Estados Unidos que en Chile, pero resulta que nunca estrenó allá la Sinfonía Romántica, y en Estados Unidos ya no lo conocen. Entonces éste va a ser el estreno en Estados Unidos de la obra, 4 de marzo, y por ende vuelven a abrirse las puertas que se le abrieron con la editorial Schirmer, en el año 1916 o 1917. Ahora vuelve a abrirse un campo de interés a propósito de esta música».

¿Es la única sinfonía que compuso Soro o hay más sinfonías suyas?

«Es la primera y última que compuso. El año 1908 empieza a componer los primeros bocetos de su Concierto, que termina diez años después; al año siguiente crea la Suite Sinfónica, que es una gran obra orquestal, y a la altura de 1921 creo que él siente que se ha cerrado un ciclo. Porque, claro, después viene Tres Aires Chilenos, por el año 1940, pero alrededor del año 1921 yo creo que él llegó a la cima y se contentó con este trabajo orquestal. No hizo nuevas sinfonías».

Hablemos de la vida en escenario de la Sinfonía Romántica. ¿Cómo ha sido hasta hoy, desde su estreno en Chile? ¿En qué décadas se ha tocado?

«La Sinfonía Romántica tuvo su estreno en Chile el 6 de mayo de 1921, ahí fue el Presidente de la República, estaban todos los músicos, estaba incluso su contrincante, es decir, estaban el equipo de Soro y el de Santa Cruz. Ese día se tocó a Wagner, Chopin, Grieg, Leng y Berlioz. Del año 1921 saltamos al 1922, y Soro la estrena en Berlín. El estreno que le quedó en la memoria para siempre a Soro fue del día 23 de diciembre de 1922, bajo la conducción de Richard Hagel, que era el director de la Filarmónica de Berlín. Se le ofrece a Soro tener un programa exclusivo para él. Y entonces ese día se toca la Danza Fantástica, el Concierto para piano y orquesta, con el propio Soro como solista, y los cuatro movimientos de la Sinfonía Romántica. En el último movimiento, entiendo, el director Hagel le pasa la batuta a Soro así que termina Soro dirigiendo su propia obra. Él siempre lo recordó en todas las entrevistas de prensa, por eso que yo lo sé, su fascinación por ese momento histórico. Después se sabe que la estrenó en Madrid, en 1923, y de ahí habría que saltarse casi a los años 40, en que hay algunas versiones en Chile, y de ahí saltar hasta 2012, cuando Maximiano Valdés la toca con la Orquesta Sinfónica. Luego la toca José Luis Domínguez y la graban para el sello Naxos, en septiembre de 2015, y en noviembre la toca Julian Kuerti en Concepción. Y de ahí nos saltamos a Pedro-Pablo Prudencio que la tocó hace poquito para el centenario de la obra. Yo hice la gestión con Katharina Paslawski, para que la Filarmónica, en su propio teatro, donde se había estrenado, abriera sus puertas, y se tocó maravillosamente en cinco sesiones. Encuentro que ahí la Filarmónica hizo una labor muy bonita. Y pare de contar».

Programa del estreno de la Sinfonía Romántica de Enrique Soro en Berlín, año 1922. Foto: Archivo Fundación Enrique Soro.

Entonces Julian Kuerti va a ceder la edición crítica a la fundación, que va a poder administrarla. Todos los músicos que quieren interpretar obras de Soro tienen que gestionar los derechos con la fundación, que está a cargo del catálogo, ¿no?

«Claro. Yo estuve haciendo de curador del archivo desde 2009. Mi rol era contactarme con los músicos, decirles ‘mira existen estas obras, ¿te interesan?’. Darlas a conocer. Pero esto ha ido tomando vuelo y en 2018, con la familia, decidimos dar un paso, contratamos un abogado, hicimos todos los trámites legales, y pusimos como patrimonio de la fundación todo el legado que yo recibí en 2009, tras la muerte del segundo marido de mi madre, que es la hija mayor de Enrique Soro».

Programa del estreno de la Sinfonía Romántica, en el Teatro Municipal de Santiago. Foto: Archivo Fundación Enrique Soro.

Además de facilitar los materiales para que diversos intérpretes toquen o graben obras de Enrique Soro, Roberto Doniez les ha dado en forma permanente acceso al archivo del compositor, apoyándolos. Y lo mismo con los investigadores. Así se concretó por ejemplo, la publicación del libro Palabra de Soro (2011), del musicólogo José Manuel Izquierdo, con financiamiento de un Fondo del Libro. También, dos documentales de Carlos Pérez Villalobos: En busca del piano perdido (2012), que se puede ver aquí, y Recording Romántica (2016), el cual seguía el proceso de rescate de Julian Kuerti, y que incluía tocar la obra, hacer la edición crítica y grabarla. En ambas realizaciones, Doniez fue productor ejecutivo.

Este documental se puede ver en YouTube.

Asimismo, Roberto Doniez estuvo a cargo de la curaduría del encuentro «Enrique Soro de visita en la ciudad», que en 2016 contó con una semana de programación en el Parque Cultural de Valparaíso: conversatorios con los musicólogos Luis Merino, Juan Pablo González y Pablo Palacios, conciertos y la exhibición de los documentales, además, de una exposición de objetos personales del compositor: partituras, programadas de conciertos, cartas y fotografías.

«Te adelanto que en 2019 y 2021 ganamos los proyectos Fondo de la Música justamente para crear un catálogo de la obra de Soro por etapas, porque es muy grande, y en este momento tras el primer proyecto lo que hicimos es crear una página web, que tiene noticias y tiene materiales para que la gente baje gratuitamente. Por supuesto que la Sinfonía Romántica no va  estar disponible gratuitamente todavía, porque hay un trabajo del director que es gigantesco y no estamos dispuestos a regalarlo. La fundación es sin fines de lucro, o sea, no hay cómo sobrevivir si las orquestas no aportan», comenta Roberto Doniez.

Partitura manuscrita de la Sinfonía Romántica. Foto: Archivo Fundación Enrique Soro.

En la plataforma Fundacionenriquesoro.cl ya hay alrededor de 80 obras para piano, para violín y para canto y piano, todas editadas. Ahora están trabajando con una cantidad similar, y que esperan subir de acá a junio, incluyendo la Danza Fantástica. «Estamos estudiante qué hacemos con los manuscritos, porque más de la mitad de las obras son manuscritas», aclara el presidente de la fundación.

¿Cuántas obras estima usted que corresponden al universo de producción de Enrique Soro?

«Es curioso, uno escucha hablar a Soro, y en sus entrevistas él habla de 400, después habla de 300. Raquel Raquel Bustos habla de 260, yo creo que son alrededor de 260».

Tal como Julian Kuerti, que ha hecho esta edición crítica, y muchos intérpretes que se han comprometido con la música de Soro y con sacar adelante proyectos para que suene, ¿también hay otros especialistas, musicólogos por ejemplo, que se acercan a la fundación para trabajar en este legado?

«Los dos primeros proyectos de catalogación los presentó la Fundación Enrique Soro, ganándolos en un 100% y por supuesto que ahí hay un musicólogo encargado que está llevando toda la parte técnica. Pero en paralelo hay dos proyectos grandes, uno con Nicolas Raus, quien a través de su trabajo con la Orquesta Clásica Usach y directamente conmigo, ha estado creando las ediciones críticas de obras para cámara. Lo otro es un músico que trabaja en Valdivia y que está editando obras para piano y para pequeña cantidad de instrumentos. De hecho él ganó un proyecto para editar obras de juventud de Soro que creo que van a aparecer en julio, entonces vamos a tener dos libros de partituras con obras de Soro que compuso entre 1898 y 1901».

Se refiere a Felipe Copaja, quien se adjudicó un Fondo de Emergencia 2021, en la línea de investigación y registro de la música nacional, con el proyecto «Enrique Soro: Composiciones de Juventud, 1898-1901, Milán» (ver más sobre este trabajo aquí).

Igualmente hay dos proyectos discográficos que fueron seleccionados en el Fondo de la Música, de manera que podrán materializarse: la integral de obras para dos pianos de Enrique Soro, de Svetlana Kotova, y «Enrique Soro. Diálogos para violoncello y piano», de Antonio Mariángel Pradenas.

«A pesar de que no tengo experticia en música, porque soy matemático, me ha significado mayor libertad tener yo el manejo de todo y no ceder a la Biblioteca Nacional todavía nada. Es probable que, con los años, vaya a parar todo a la Biblioteca Nacional, pero también sé que ese archivo que está en el tercer piso, bajo condiciones climáticas maravillosas es visitado por una o dos personas al año. O sea, en diez años no se habría logrado nada de todo lo que he hecho y por eso mismo me siento bastante orgulloso de haber podio mover casi montañas con esta inexperticia que se ha ido transformando en experticia», comenta Roberto Doniez.

Se formó como matemático en la Universidad de Chile, y ha trabajado largamente como docente. Él diseñó el programa académico «La música de las matemáticas» en la Universidad Católica de Valparaíso. «Trabajé con Alberto Cruz Covarrubias en eso. Sucedió que en un un determinado momento la Escuela de Arquitectura decidió que querían ramos nuevos, y se interesaron dos profesores de ahí, y me ubicaron. Yo había salido de la Universidad de Chile exonerado, en la dictadura, y estaba libre, y tuvimos que inventar todo. Estuve trabajando ocho años en el proyecto de La música de las matemáticas, en el cual los arquitectos podían acceder a una matemática no de cálculo, sino que el significado de la matemática como vehículo poético de pensamiento. Mi dedicación ha sido profesionalmente en la matemática y en la enseñanza de las matemáticas desde el punto de vista poético, no me ha interesado nunca la parte ingenieril, la de cálculo, sino el significado de la matemática, su sentido, su maravilla», explica Roberto Doniez.

Por Romina de la Sotta Donoso | 10-02-2022.

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