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Ópera

Estreno de Llacolén en Concepción: ha nacido una ópera de repertorio

junio 14, 2025

La ópera compuesta por Víctor Hugo Toro, con libreto de Gonzalo Cuadra y régie de Pablo Maritano fue aclamada en su estreno. La producción de la Corporación Cultural Universidad de Concepción marca uno de los puntos más altos del acontecer artístico del año en nuestro país y tiene proyección incluso internacional.

Estreno de Llacolén en Concepción: ha nacido una ópera de repertorio

LLacolén. Foto: Belén Droguett.

Fue un acontecimiento; uno de los verdaderos acontecimientos artísticos del año, a pesar de que abundantes elementos de la ópera Llacolén fueron excepcionales, originales y muy bien logrados, existe una característica que destacó por sobre todo lo demás: fuimos testigos del nacimiento de una obra del repertorio. Al estreno del miércoles 11 de junio, se suman funciones del viernes 13 y sábado 14, también en el Teatro Universidad de Concepción, pero eso es sólo el comienzo. La ópera de Víctor Hugo Toro no puede si no tener una larga vida.

Ése fue el comentario obligado en la primera pausa, y también en la segunda. Una vez terminada la función de estreno, ya se había instalado como una certeza.

Musicalmente, él dúo de Llacolén y su padre, nada menos que Galvarino, exhibió momentos sublimes. Para algunos, evocaba a Pelléas et Mélisande. Para otros, a Tristán e Isolda. Porque si hay un amor verdadero y trágico del que da cuenta esta nueva ópera chilena, es el amor del célebre cacique y su hija.

Víctor Hugo Toro, realmente aprendió de los mejores, como él mismo explicó cuando declaraba, sin falsa molestia, que era un director que compone. La abertura fue un ejercicio puraente compositivo, con todas las licencias que ello otorga y trazó su ruta, no sólo para esta creación en particular, sino, para todo lo que vendrá.

Por cierto, la forma de aria, de dúo e incluso las superposiciones de varias voces en los momentos más dramáticos-aquellas donde todo podría cambiar y cuando el destino ofrece un talón de Aquiles para que la voluntad humana se manifiesta- son todas herramientas de un lenguaje propio de Toro, las conoce y las sabe construir.

El libreto de Gonzalo cuadra, el más polifacético y educado de todos los creadores del ámbito operático de nuestro país, asombró una y otra vez. Pasaba de la más profunda poesía al lenguaje burocrático y colonialista del siglo XVI, para volver a sorprendernos con una frase mística, reminiscente también de ese mismo siglo XVI al que la palabra ‘contradictorio’ le queda corta.

Rindiendo, además, honor al origen y la realidad popular de la ópera, todas las certezas que nos ha legado el canto a lo poeta se asoman varias veces en este libreto. Porque ese mismo siglo nos trajo a América el oro de las letras hispanas, el hierro de la espada, la corona mercenaria y el fanatismo de un religión con ganas de expandirse.

LLacolén. Foto: Corcudec

La régie de Pablo Maritano fue nítida y sobria, con los justos recursos para resaltar los puntos clave de la progresión dramática, sin opacar la fuerza del texto, ni, por supuesto, la de la música.

Las referencias simbólicas, que podrían resultar tan embriagantes para muchos directores de escena, aquí se convirtieron en parte de un todo, a través de recursos materiales y proyecciones lumínicas.

El aporte de Jacqueline Caniguan, profesora de lingüística de la Universidad de La Frontera que asesoró a los creadores en ámbitos clave de la cultura mapuche, como la cosmovisión, el uso simbólico de los colores y la propia lengua, fue mucho más que pertinente. Fue un factor fundamental en el éxito de esta ópera.

La belleza lírica de los pasajes más románticos y trágicos se articuló plenamente con la despiadada violencia, expresada como un vértigo progresivo en la música, haciéndole justicia a esta leyenda que habita realmente el territorio: vimos murales de Llacolén en la calle, y el enorme interés de la prensa local confirma que en Biobío está viva la memoria de que somos un país mestizo y que nacimos del encuentro de dos formas de ver el mundo.

Los personajes de esta ópera tenían todos espesor sicológico y cada uno fue tratado con cariño, con momentos de lucimiento vocal y textos que incluían palabras y frases en mapudungún que resultaron enormemente expresivos y vigorosos.

Como director musical, Víctor Hugo Toro dio cuenta de la larga experiencia que ha sumado en su trayectoria, tanto en conciertos como en óperas, guiando a una muy afiatada Orquesta Sinfónica Universidad de Concepción y un coro que se exhibió como un todo, pero también en secciones femeninas y masculinas. con un notable manejo de las palabras en mapudungun, además.

Varios de los solistas exhibieron una enorme capacidad actoral, destacándose el, barítono español Juan Salvador Trupia, como el capitán profundamente enamorado de Llacolén y que siente sincera admiración por el guerrero pueblo mapuche. Supo dudar con cada célula de su cuerpo de la legitimidad del mandato de la corona y puso su hermoso timbre al servicio de la vulnerabilidad de su carácter.

El bajo brasilero Saulo Javan fue deslumbrante por su experimentada presencia escénica y entregó un macizo retrato del oscuro gobernador García Hurtado de Mendoza. El público, de hecho, lo abucheó largamente, dándole así el mayor reconocimiento posible al villano.

La sorprendente potencia vocal de Rony Ancavil rindió un desgarrador Millantú, bravo guerrero mapuche que estaba destinado desde la infancia a casarse con Llacolén. Supo el tenor ser un hombre confundido y un bravo guerrero traicionado. El barítono Diego Álvarez, como Galvarino, transitó también entre el recio cacique que comprende cabalmente cuál es su rol que le compete en la defensa de su pueblo y el padre cuyo amor filial va más allá de esta vida, ese amor filial del pueblo mapuche que tanto sorprendió a los viajeros de diversos siglos y que ocupa casi tantas páginas en las crónicas como la bravura.

La Machi, encarnada por la mezzosoprano Francisca Muñoz, tuvo a su cargo algunos de los pasajes más simbólicos y exigentes en lo vocal, haciendo un contrapunto escénico con el gobernador que resultó admirable. Y la soprano Marcela González fue una Llacolén llena de matices, que dominó la puesta con su versatilidad vocal, expandiéndose cuando tenía esperanza y desvaneciéndose ante la realidad, pasando de la dulzura al miedo y del pavor a la resolución. Fue una Llacolén que las escolares del siglo XXI pueden admirar, una heroína que traspasó el tiempo.

Los tres actos de la ópera LLacolén -que fue financiada por el Fondart- capturaron la atención del público, y muchos asistentes no confiaron en su memoria, alzando sus celulares para grabar algunos fragmentos, encendiendo incluso las linternas y los flashes, empeñando por cierto un espectáculo que la gran mayoría quería atesorar como una experiencia artística en vivo, con respeto.

Foto: Corcudec.

Largas ovaciones premiaron a los 150 artistas en escena: a los solistas, a los figurantes -estudiantes de Teatro de la Universidad de Concepción, y al Coro y la Orquesta Sinfónica Universidad de Concepción. También, a los creadores de esta ópera, el compositor Víctor Hugo Toro, que estuvo a cargo de la dirección musical, al libretista Gonzalo Cuadra y al director de escena Pablo Maritano, y a todo el equipo, desde la lingüista Jacqueline Caniguan hsta la escenógrafa Marianela Camaño y la vestuarista Paulina Catalán, más decenas de técnicos.

Hablamos en esta función de estreno con los creadores de Llacolén, con autoridades de la Corporación Cultural de Concepción y también con el público.

«La experiencia fue estupenda: un drama tremendo de amor y guerra que la verdad es que sobrepasó por mucho mis expectativas. Creo que esta ópera dará que hablar», comentó el ingeniero civil mecánico Jaime Vásquez.

El empresario magallánico estaba de paso en la ciudad y asistió a la función de estreno, el 11 de junio. Aplaudió a la orquesta, la música y la puesta en escena.

«Creo que esto tiene una proyección nacional de todas maneras. Concepción va a tener una ópera para mostrar a Chile y, por qué no, al mundo, y por un largo tiempo», agregó.

Rony Ancavil interpretó a Millantún en toda regla. Foto: Corcudec.

Josefina Curubeto viajó desde Buenos Aires. Comenzó a asistir a óperas hace menos de un año, desde que conoció al barítono Juan Salvador Trupia, y Llacolén es la sexta producción que ve.

«La verdad es que me gustó mucho, especialmente el final, que es trágico como la mayoría de las óperas que he visto, pero también muy emotivo. Fue fabulosa», señala la licenciada en administración.

Valoró igualmente el contenido identitario de la ópera. «Lo mismo que acá, la mayoría de los argentinos somos mezcla de todos los que vinieron, desde los conquistadores hasta italianos y españoles y también los aborígenes que había en nuestros países. Quizás este amor prohibido, como tantos hay en la historia, fue el primero de muchos que después pudieron ser viables, y por eso se lograron las mezclas que hay hoy día, que es algo fabuloso. Pero hoy ya somos todos, ya no existen estas cosas de que los unos y los otros», reflexiona.

En ese mismo ámbito, Gonzalo Cuadra destaca una pieza crucial para el desarrollo del libreto. «Tuve la ayuda invaluable de Jacqueline Caniguan, académica de la Universidad de La Frontera, mapuche ella, que con entusiasmo y gentileza sobrevoló el libreto, me ayudó en aspectos filosóficos, simbólicos y etnológicos. La verdad es que ella estaba muy entusiasmada por el trabajo que se estaba haciendo, lo que nos dio doble alegría. Hay que ser muy respetuosos a partir de hechos históricos, pero también a partir de la fantasía, de darle permiso a ambas cosas para que salgan a correr en el patio de la ópera», señala el tenor y musicólogo.

Respecto de los procesos creativos que hubo detrás de Llacolén, comenta que «el trabajo con Víctor Hugo Toro es muy grato, nos conocemos hace muchos años, compartimos la pasión lírica y la verdad es que él es un amigo y tenemos la confianza para meternos en este proyecto, discutirlo, meditarlo y llevarlo a puerto, que era lo difícil porque hacer una ópera es un riesgo. Empezamos haciéndola pensando que no se iba a estrenar en una década, en 15 años. ¡Suerte que pudo estrenarse y en un tiempo récord, o sea, empezó a escribirse en 2020 más o menos. Estamos muy contentos».

Gonzalo Cuadra reconoce, además, que había estado en ópera en muchas facetas: «De público, de melómano coleccionista de discos, de fanático, cantando, en la dirección de escena, investigando y recuperando con el Colectivo Ópera Nacional… Pero nunca había estado en la creación de una ópera, y estoy muy feliz. Lo hicimos investigando, tratando de hacer una obra lo más fidedigna, respetuosa e informada, pero fantasiosa a la vez, porque tiene que tener todos esos elementos, no puede carecer de fantasía. Esto no es un tratado histórico: a partir de un hecho, de una  leyenda, es que nace una ópera», explica.

LLacolén. Foto: Corcudec.

El régisseur Pablo Maritano por su parte, califica como emocionante el hecho de que se hayan aunado «no solamente los talentos locales, sino de Chile entero y con cantantes de Hispanoamérica». Asimismo, el artista argentino confidencia que es especial ser parte de una producción que marca el debut en la composición lírica de Víctor Hugo Toro: «siempre es muy lindo trabajar con alguien que está presentando su primera ópera, con todos los nervios que eso implica y todas las incertidumbres. Fue muy interesante acompañar eso».

Pablo Maritano también recalca la oportunidad y el aporte que representó la asesoría de la profesora Caniguan. «Fue maravilloso el trabajo con Jacqueline, la coach cultural mapuche, porque ahí uno verdaderamente termina de entender cómo el arte a apela a algo que es muy esencial y que muchas veces es pre.verbal. Eso fue verdaderamente conmovedor; tuve la oportunidad de hablar varias veces con ella, un poco sondeando aquello que no estaba claro en el libreto, y a partir de eso, qué sentido tenía y cómo se podía trazar y encontrar la identidad desde el episodio histórico, que no es nada fácil, y examinar cómo eso podría entenderse como material de ópera. El trabajo con Jacqueline fue algo para atesorar. Estamos muy felices», aclara el director escénico.

Crueldad y valentía. La tortura de Galvarino fue una de las escenas más álgidas. Foto: Corcudec.

Eduardo Díaz, director ejecutivo de la Corporación Cultural Universidad de Concepción, Corcudec, también compartió con Radio Beethoven sus impresiones en el intermedio de la función de estreno de LLacolén.

«Había muchas expectativas y emociones. El equipo se involucró mucho desde la génesis misma, y nos entusiasmamos en medio del proceso creativo porque despertó mucho interés por parte de la comunidad. Hemos quedado totalmente complacidos de por fin poder traer esta obra al teatro y compartirla con el público. Tener un teatro lleno y emocionado es realmente gratificante», señala este maestro cubano que antes de radicarse en Chile fue director de la Opera Nacional de Cuba.

Igualmente, Díaz se refirió en particular al Coro Universidad de Concepción, del cual es director titular, recordando que es una agrupación de cantantes no profesionales pero que tienen un gran compromiso con el proyecto. «Ha habido mucho tiempo de estudio individual y de ensayo, después de los trabajos o las clases de cada persona. De verdad que estoy sumamente feliz y orgulloso del trabajo que ha realizado el coro», señaló.

Por Romina de la Sotta Donoso | 14-06-2025.

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