Elizabeth Subercaseaux: "Creo que la música de Bach es una mezcla de esperanza, desesperación y un grito de ayuda a Dios"
abril 29, 2025
La tataranieta de Robert Schumann y Clara Wieck sale del siglo XIX y ahora publica Bach. El músico de Dios con Catalonia. “Es un hombre que vivió con el corazón roto, y eso, para mí, es lo que explica su música”, dice. Pronto lanzará un nuevo libro sobre historia reciente de Chile y ya está trabajando en una biografía de Tchaikovsky.
photo_cameraElizabeth Subercaseaux. Foto: Clara Letelier.
La reconocida escritora y periodista chilena Elizabeth Subercaseaux (1945) sigue sorprendiendo con sus entregas de originales biografías de grandes músicos de la historia. Su última publicación es Bach. El músico de Dios (Catalonia). Los lectores, adelanta, «van a encontrar a un ser humano lleno de dolor, por el tipo de vida que le tocó, y con una terrible aspiración a encontrase con Dios».
Esta línea de trabajo la inició hace una década, con La música para Clara (2014), libro en el cual retrató a Robert Schumann y Clara Wieck, quienes son sus tatarabuelos.
«Mi madre se crio en la casa de su abuela, Elise, que es la segunda hija de los Schumann. Así que para mi madre la mamá de su abuela era un personaje muy presente. El padre había muerto hacía muchos años, pero Clara Wieck fue un personaje muy presente en la familia de mi mamá porque en realidad mi mamá fue hija del único hijo que sobrevivió de la hija de Schumann, así que vivían con la abuela», comentó a Radio Beethoven en enero de 2023 (ver entrevista).
Elizabeth Subercaseaux. Foto: Clara Letelier.
Entonces reconocía que el reconocimiento de Clara Wieck como compositora es relativamente reciente y que incluso dentro de la familia se la valoraba sobre todo como intérprete: «Cuando yo era chica prevalecía la idea de que Clara Wieck era la más grande pianista que había visto nunca la humanidad, lo que es cierto, porque hasta ahora no ha habido nadie como ella». Especialmente, por su rol como embajadora del legado de muchos compositores. «A Beethoven, a Mozart, a Bach y a muchos de estos músicos que partieron en el siglo XVIII nosotros los conocemos gracias a la Clara Wieck», señaló.
Y como «los Schumann y Brahms formaron una suerte de triunvirato de la música», su segunda entrega en esta línea de trabajo fue La pasión de Brahms (2016). Después fue el turno de Beethoven. La música del silencio (2022). Para este último, leyó todas las biografías disponibles en inglés, en alemán y en español, pero también se nutrió de una fuente muy relevante: las cartas.
«Fue exactamente la misma investigación que hice para Brahms y para los Schumann, así que fue una gran investigación que duró 10 años donde entraron todos. Lo de Beethoven fue más bien profundizar en él y ya olvidarme un poco de la época y de lo que pasaba, por el hecho de que todos estos músicos pertenecieron a la misma época, al final son todos músicos del Romanticismo», detalló a Radio Beethoven hace un par de años.
Este año, Elizabeth Subercaseaux publicó otra biografía musical de un genio, abandonando ya el siglo XIX: Bach. El músico de Dios (Catalonia).
Hacer este libro, reconoce, «era una decisión que estaba tomada desde siempre. Para mí era impensable hacer una saga de músicos clásicos y no poner a Bach, a quien considero prácticamente el padre de la música».
Recuerdo que la investigación que hace usted implica revisar muchísima literatura, cartas, documentos tanto inéditos como guardados en diferentes archivos, y eso representa una gran investigación de época. Por eso es que cerró, de alguna manera, el siglo XIX antes de dedicarse a Johann Sebastian Bach, ¿no?
«Por supuesto. Son dos épocas que fueron muy distintas, porque hubo un salto grande entre los dos siglos. Para estosa músicos, el siglo XIX era un paraíso de fácil al lado de lo que fue el siglo de Bach. A Bach le tocó una época muy difícil porque la mitad de Europa seguía desolada por la Guerra de los Treinta años, y además le tocó lo que se llamó Pequeña Edad del Hielo, que hubo varias décadas de hielo, donde moría mucha gente de frío y estaba la imposibilidad de trasladarse de un lugar al otro. Había que ser heroico ahí para sobrevivir y el límite de vida era cortísimo; moría muchísima gente. En el caso de Bach, de los 20 hijos que tuvo, murieron 11. Imagínate tú enterrar a 11 niños. Eso también influyó, el hecho de que, como tú dices, yo preferí cerrar el siglo XIX primero y después irme para atrás».
Elizabeth Subercaseaux. Foto: Clara Letelier.
En su libro Bach. El músico de Dios está muy bien retratada esa especie de desolación climática. Se siente en lo que se menciona de las comidas, los escasos vegetales y lo importante que es que haya una flor, que aparece especialmente luminosa en una vasta oscuridad y también el frío se siente bastante en el libro, al igual que la desolación personal por las muertes y tanta tragedia que le tocó vivir al propio Bach. ¿En cuáles documentos se sumergió en esta ocasión para este libro?
«Hay varias aristas que sirven ahí. La primera, y la más importante creo yo, no es documental, sino que emana casi de la lógica de los tiempos. Porque ese tiempo, como tú lo describes, helado, donde ver una flor era como ver un milagro y comerse una lechuga era un imposible, porque nada crecía, ya que el mundo se había convertido en una estepa blanca. Era una época con mucha muerte y mucha desgracia. Entonces, ¿para dónde miraron los hombres? Miraron al cielo, buscaron a Dios. La música de Bach ensalza a Dios todo el rato, o a la esperanza que está siempre arriba en esta desolación que estamos viviendo en el mundo. Eso es lo primero que te hace entender el tipo de vida que tuvieron que hacer, las dificultades que enfrentaban, y la tragedia que era vivir en ese mundo asolado por el frío y la muerte. Después, por supuesto, están las cartas, que fueron muy importantes siempre, porque eran el medio de comunicación. Hay otro hecho, que también está documentado, que es la dificultad de trasladarse. Eso habla de por qué Bach, distinto de músicos del siglo XIX, nunca salió, pero ya no de Alemania, ya no de Turingia, sino que prácticamente nunca salió de Leipzig. Y cuando salía, salía era a pie, caminando. Cuando él va a otros pueblos a escuchar a un famoso organista, él va caminando. Pero no es una caminata entre la Plaza Italia y el centro; es una caminata que se demora tres, cuatro, cinco días, seis días, una semana, comiendo apenas, echándose a perder los zapatos, y llegando helado al otro lado. Sobrevivir era heroico, y era ir al pueblo del lado porque tu querías escuchar a un organista que podía ser tu maestro y te podía enseñar algo. Tenías que tener un amor por el oficio enorme».
Bach, el músico de Dios es publicado por Cataloniia.
Es bien impresionante esa entrega tan grande Bach y cómo esa determinación climática y geográfica del momento marca su propia vida. En su libro esa escena cuando él vuelve del viaje de trabajo a Karlovy Vary, adonde acompañó a un duque, llega a su casa y su esposa había muerto. Habían pasado dos meses y él no supo nada, no alcanzo a hacer nada y al volver había perdido toda su vida.
«Y nadie le pudo ni siquiera avisar. Fue terrible. Además, era la mujer de su vida, el amor de su vida y la madre de varios de sus hijos, de los siete que tuvo con ella, tres se murieron, pero sobrevivieron cuatro que después vivieron con la otra esposa. Imagínate tú llegar a tu casa y que te señalen un montón de tierra allá, debajo de la cual está tu mujer muerta. Es terrible. Creo que la música de Bach es una mezcla de esperanza, de desesperación y también un grito de ayuda a Dios. Él era muy religioso. Era luterano, por supuesto, y era muy, muy creyente».
Toda su obra Bach la dedica a Dios. Y trabaja permanentemente, con tanta fuerza. Su trabajo no sólo es muy valioso en lo creativo y en lo artístico, en cuanto él dejó grandes obras y lo que él hace funda de alguna manera la música de tradición escrita occidental, sino que también es un trabajo de mucho esfuerzo, de permanente ocupación.
«Es mucho esfuerzo. Era muy puntilloso y perfeccionista. Además, no sólo tocaba maravillosamente bien el órgano, lo convierte casi en otro instrumento. Bach no solamente componía esas maravillas que tocaba en el órgano, sino que conocía muy bien el instrumento; a él lo contrataban distintos príncipes para arreglar los órganos, que él sabía armar y desarmar. ¿Tú has visto el tamaño que tienen esos órganos de esa época? Eran como un edificio. Y era el instrumento que él conocía para afuera y para adentro, como la palma de su mano. Dominaba todos los pedales, todos los vientos, todos los acordes. Creo que para comprender la música de Bach, y esto es lo que yo traté de hacer en mi libro, hay que tratar de pensar en el hombre. Hay que olvidarse del genio, del músico, el compositor, y pensar en el ser humano: Este hombre padeció un dolor universal, o sea, no me puedo imaginar yo ninguna cosa más dolorosa que enterrar a un hijo. Ahora, si ese dolor lo tienes que multiplicar por 11, ¿te puedes imaginar? Es un hombre que vivió con el corazón roto, y eso, para mí, es lo que explica su música. En Dios que fue la única parte donde él encontró consuelo, sobre todo después de que se murió Barbara, su mujer. Porque, ¿cómo puede surgir una música tan llena de esperanza? Es como un grito de auxilio, pero esperanzador, que yo creo que sólo puede surgir de un dolor de esa magnitud».
Elizabeth Subercaseaux. Foto: Clara Letelier.
Entiendo que usted escuchó muchísima Bach como parte de la preparación del libro, ¿hubo obras en particular que volvieron a llamar su atención de una manera muy fuerte?
«Te voy a mencionar algo que puede sonar hasta un poco frívolo, porque es bastante conocido. Por supuesto que yo ya había escuchado mucha música de Bach porque siempre me ha gustado, pero cada vez que escucho de nuevo El Clave bien temperado me impresiona. Esa obra realmente habla del genio del contrapunto que era él; la manera como hizo esa armonía es sorprendente. A mí me encanta esa pieza, y ahí han criticado mucho a nuestro amigo, a Gould, por la forma como lo tocaba».
Vamos a la controversia. Me parece muy interesante que usted haya decidido incorporar como un eje en este libro una serie de sueños de Bach con el muy reconocido pianista canadiense Glenn Gould. ¿La motivó la nueva visión que ofreció este pianista canadiense de la obra de Bach?
«Fundamentalmente, para explicar la trascendencia, porque es sorprendente lo absolutamente inmortal que es Bach. Piensa tú que Paul McCartney ha contado que gran parte de la primera música de Los Beatles estaba inspirada en Bach. Hasta Los Beatles aprendieron de Bach. Son siglos donde este hombre, después de haber estado escondido en los anales de la Iglesia de Santo Tomás de Leipzig. Él siempre fue pobre y vivía con sus hijos y sus alumnos en una casita al otro lado de esa iglesia, y él no tenía nada cuando murió, ni siquiera casa propia, y su música quedó escondida en unos cajones en Santo Tomás y si no fuera por Félix Mendelssohn que la encontró 80 años después, nosotros no conoceríamos a Bach. Mendelssohn, investigando en esos archivos, se encuentra con estas partituras; no podía creer lo que había encontrado, y se dio cuenta de la grandeza de Bach que, claro, era conocido como el organista de Santo Tomás, pero Mendelssohn fue el que lo sacó a la luz y ya lo empezaron a conocer en Inglaterra, en Francia, en Holanda, etcétera. Entonces, la trascendencia es lo que me hizo hacerlo soñar, hacerlo conversar a través de los siglos con Glenn Gould, que ha sido el músico más admirador de Bach de los que yo conozco del siglo XX».
Glenn Gould. Una grabación suya del Libro I de El Clave bien temperado se puede escuchar aquí.
Es cierto que en Glenn Gould hay un amor genuino y una conexión personal con Bach y ofreció una entrega distinta de lo que se hacía en su época. ¿Le han hecho muchos comentarios por esta decisión de haber incorporado a Gould en el libro?
«Mira, las opiniones están bien divididas, porque hay quienes piensan que meter a Glenn Gould fue poco menos que embarrar el libro. Es poca gente ésa, pero hay personas que no entendieron bien qué hace Glenn Gould ahí. Y hay gente, la mayoría por suerte, que piensa que Glenn Gould es lo mejor del libro, o sea, que esos sueños son la mejor parte del libro porque es interesante ver cómo conversa un músico a través de los siglos con otro músico moderno que es su seguidor. Glenn Gould no sólo amaba la música de Bach, sino que muchas veces dijo que gracias a Bach él se dedicó a la música. Lo primero que le enseñó su mamá cuando era chico fue El Clave bien temperado, y a partir de eso él se enamoró de Bach».
En esos sueños que cruzan el libro Bach. El músico de Dios, vemos la figura encorvada de Gould, pero también el instrumento de futuro que es algo que mucho después, recién con Beethoven va a empezar a desarrollarse como el piano que conocemos hoy día y que era inimaginable en la época de Bach.
«¡Pero inimaginable! Claro, me traté de imaginar cómo escucharía Bach un Steinway, qué diría, porque el clavecín tiene un sonido metálico seco, sin resonancia, sin eco, que es muy bonito también, pero que no tiene la profundidad del sonido que da el piano. Ése es un ejercicio de la imaginación nomás».
Alberto Guerrero y su estudiante Glenn Gould. Imagen datada en 1945.
Hablemos de cómo se inserta un chileno en toda esta historia. Usted lo constata e incluye, porque es un hilo bien interesante el de Alberto Guerrero.
«Claro, interesantísimo. Yo fui la primera sorprendida, porque yo investigando a Glenn Gould de repente me encuentro con que su maestro era chileno y, además, ¿qué fue lo primero que le enseñó? Bach, por supuesto. Y este chileno fue quien lo formó. ¿Tú habías oído hablar de que el maestro de Glenn Gould era chileno? Yo no».
Sí. Fue un gran profesor en Canadá, y entre sus alumnos estuvo Glenn Gould. Su historia es tan brillante, que se extiende como un mito.
Alberto Guerrero (1886-1959), compositor y pianista, integró el Grupo de Los Diez. Fue impulsor de la Sociedad Bach y estaba muy comprometido con los repertorios que no se tocaban regularmente: Debussy, Ravel, Schoenberg, los nuevos compositores, pero también con el Barroco: Bach, Scarlatti, Haydn. Se radicó en 1918 en Toronto y allí hizo un trabajo impresionante como profesor.
«Era una persona bien interesante también Alberto Guerrero, y con Glenn Gould tuvieron una relación bien compleja, te voy a decir. Yo no la desarrollé mucho porque no quise irme por las ramas con otro cuento, separarme tanto de Bach. Pero se pelearon. Yo creo que Glenn Gould se terminó portando mal con este chileno. Pero, a pesar de todo, él estuvo siempre muy agradecido porque fue su primer profesor de piano después de su mamá», comenta Elizabeth Subercaseaux.
Elizabeth Subercaseaux. Foto: Clara Letelier.
Es interesante que lo haya incluido en el libro porque nos trae de vuelta a nuestro país. Es lo mismo que sucede con su propia biografía, como autora, al tener esta relación tan cercana de que su madre fue bisnieta de Robert Schumann y Clara Wieck. Acá encontramos otro lazo de Chile con esta gran música de Europa.
«Claro. Yo siempre lo he tenido así como una especie de medalla de honor, porque uno no anda hablando de quién es su tatarabuelo. Claro que cuando tu tatarabuelo es Robert Schumann (ríe), entonces es muy honorífico, es como ser la tataranieta de Arturo Prat, digo yo, o de una gente así muy notable en la historia de los países, en este caso en la historia cultural alemana».
Habiendo trabajado tanto Bach, pensemos en la época en que hacía una cantata para cada domingo, que a veces las partituras se las entregaba a los músicos el sábado en la noche y que a veces se presentan incluso a primera lectura, y que cuando muere esa institucionalidad de la que él había sido tan buen trabajador lo olvida. Queda en la memoria de la época más bien como un buen instrumentista y es un hombre tan generoso como Mendelssohn quien le da valor y sienta también las bases de lo que después entendemos como un compositor, es decir, que el músico no es sólo un intérprete, sino que también sus composiciones pueden permanecer a través del tiempo con nuevas lecturas.
«Claro. Ahí entran varias cosas. Por un lado es cierto lo que tú dices, que sus jefes, que eran unas personas muy exigentes, muy indiferentes y muy maltratadores por lo demás, porque le pagaban mal, lo trataban mal, le exigían muchísimo. Por otra parte, una de las cualidades más significativas de Juan Sebastián Bach fue que era un gran improvisador, entonces muchas de estas cantatas no es que él hiciera la partitura en la noche ahí desvelado con los ojos semicerrados, sino que llegaba y se sentaba en el órgano y tocaba una cosa maravillosa que la estaba inventando en el momento, para maravilla de quienes lo estaban escuchando pero para desgracia de todos nosotros porque nunca quedaron escritas esas partituras. Entonces muchas de sus cosas que han de haber sido maravillosas eran improvisaciones del momento».
Cierto, tal como se hacía la música en la época barroca, que en el fondo cada instrumentista y cantante, todos los intérpretes, tenían que trabajar haciendo la música en conjunto. Es parte del concepto de música barroca. En el Instituto de Música UC se están haciendo todas las cantatas de Bach, proyecto que inició el profesor Víctor Alarcón. El ciclo Bach Santiago ya está llegando a las 150 cantatas, una maratón que en América Latina nunca se ha hecho, y viene gente de regiones, es como una congregación que sigue las cantatas para poder escucharlas todas, tal como las pudieron escuchar en la época.
«Qué fascinante. ¿Y dónde se dan? Me encantaría ir».
En diferentes iglesias. El próximo es en mayo.
Elizabeth Subercaseaux. Foto: Clara Letelier.
Elizabeth Subercaseaux trabajó extensamente en diversos medios escritos de Chile y del extranjero. Ha ejercitado con maestría la sátira, en libros como Eva en el mundo de los jaguares (1998), Matrimonio a la chilena (1997) y La rebelión de las nanas (2000). También en su serie Barrio Alto —Vendo casa en el Barrio Alto (2009), Compro Lago Caburga (2011), Clínica Jardín del Este (2013) y Vendo todo lo que tengo (2020)— que representa un enorme éxito de ventas. Una semana de octubre (1999), recibió el Liberaturpreis a la mejor novela del año de Asia, África y América Latina. Sus libros, de hecho, han sido traducidos al inglés, alemán, coreano, francés, holandés, portugués y al italiano.
El foco en los derechos humanos y la ácida crítica social que Elizabeth Subercaseaux ha desarrollado -con conocimiento de causa- la sitúa como una voz sumamente original.
Igualmente ha trabajado en la historia de Chile en los siglos XIX y XX, en sus novelas La Patria de Cristal (2017) y La Patria Estremecida (2019), ambas tuvieron un aplauso unánime de la crítica y gran convocatoria de lectores. El tercer volumen, La Patria en Sombras(2022) recorre igualmente lo que le sucede a una familia, reflejando así el contexto social, pero en este caso entre 1973 y 2005.
¿En qué está trabajando ahora?
«Ahora viene un libro que es puro periodismo. Se llama Huellas imborrables, es la historia de Chile entre 1970 y 1990. Es un libro bien interesante porque está toda la Unidad Popular, toda la dictadura militar y entran alrededor de 40 de las entrevistas que yo hice en distintos medios chilenos e internacionales durante la dictadura, así que son los partícipes los que cuentan la historia. Es historia, en el fondo, pero no es que yo cuente la historia, es la historia como la vivieron los protagonistas en su momento».
Me alegra montones porque en la anterior entrevista usted me dijo que había colgado un poco los guantes del periodismo. Tiene todo el sentido este proyecto porque le da unidad a un trabajo tan grande que hizo con esas entrevistas en su momento.
«Esto lo retomé, porque yo llevo muchos años investigando, sobre todo la Unidad Popular, que a mí no me tocó vivirla. En el gobierno de Eduardo Frei Montalva yo me fui a vivir a España, vine un año y medio a Chile, después volví a España y cuando ya volví definitivamente a Chile, aquí había una dictadura militar de ultraderecha. Entonces me salté todo ese período, quiero decir, presencialmente, porque por supuesto que tenía noticias, dos de mis hermanos salieron al exilio, mi mamá también, era una familia bien política la mía y estábamos muy bien informados mi marido y yo, pero fuera de Chile. Como no lo viví presencialmente, después me interesó mucho investigarlo a fondo para saber exactamente qué pasó en la Unidad Popular, sin ningún sesgo ni nada. Eso es este libro, es la historia pura, dura, documentado todo. Aquí no hay ningún rumor ni cosa que se dijo ni sesgo ni ideología para un lado ni para el otro. Está dedicado a mis nietos y está dedicado a todos los periodistas que luchamos en contra de la dictadura en todos esos 17 años».
En Huellas imborrables, que se publicará con su editorial, Catalina, en el mes de julio, explica, «está todo. Es lo que pasó, entonces hay cosas bunas, hay cosas malas, hay cosas que se explican y muy poco que se justifica. Porque una dictadura, por ejemplo, tú no la puedes justificar. No hay ninguna manera de justificar un golpe, pero sí hay explicaciones y hay contextos que te llevan a entender no sólo el porqué, sino que cómo pasó eso. Eso es lo que está en mi libro, y está muy bien documentado, así que creo que va a ser de bastante interés».
Usted ha hecho un gran trabajo, un trabajo macizo, en los ámbitos de la historia y los derechos humanos, algo que siempre es importante. Ya que tenemos la democracia, mantener viva la memoria, los recuerdos y las vivencias de los seres humanos pueden evitar atrocidades.
«Claro. Y más que nada, en esta época de las fake news, las noticias falsas y las mentiras, yo considero que es lo más importante del mundo la verdad. Y la verdad histórica la mejor manera de obtenerla es con los documentos que existen, porque nadie tiene la verdad. Ninguna opinión propia puede ser la verdad, eso es un absurdo. Para contar la historia, sobre todo a generaciones que no la vivieron, no hay nada mejor que la seriedad para documentarse, para poder decirle yo a la generación de mis hijos y de mis nietos sobre todo ‘miren, esto fue lo que pasó y así fue como pasó’. Ellos verán dónde caen las responsabilidades, eso ya corre por otro carril, pero lo importante es que tengan la información certera, verídica, sin sesgos ni que soy de izquierda ni que soy de derecha ni que soy del medio, todo eso no sirve para nada a la hora de informar a las generaciones que no lo vivieron».
Elizabeth Subercaseaux. Foto: Clara Letelier.
Y en el ámbito de la música, recuerdo que usted estaba investigando ya sobre Chopin y Wagner, según me dijo en la anterior entrevista.
«En el ámbito de la música está bien entretenida la cosa también. Como estaba investigando la Unidad Popular y la dictadura y recopilando todas las entrevistas que yo misma hice, decidimos postergar a Wagner para este otro año. A Chopin lo tengo ahí como en barbecho. Y estoy bastante avanzada en la investigación de Tchaikovsky, que tenía ganas de hacerlo porque él fue un puente entre Rusia y Europa, es muy interesante él como músico y fascinante como persona».
Juan Pablo Izquierdo, Carmen Luisa Letelier, Edith Fischer, Luis Orlandini, Roberto Bravo, David del Pino, Paolo Bortolameolli, Alejandra Urrutia, Helmuth Reichel y Luis Toro reconocen el compromiso con la música y los músicos chilenos de la emisora y valoran el importante rol que cumple, además de agradecer el coraje de la UC.
Se destaca una entrevista con Miguel Ángel Marín y emisiones de registros en vivo del Oratorio de la Ascensión y de la Cantata BWV 147 de Bach, además de especiales y la Cantata BWV 147 de Bach, especiales de Charles Mingus, Ornette Coleman y Lennie Tristano, y de compositores brasileños. También hay novedades en La música y mis circunstancias, Música Arcana, Guitarra y Cotidiano.
Además de agradecer el compromiso de quienes son parte del Club y valorar el rol clave que tienen en la sostenibilidad de Radio Beethoven, al cumplir cinco años la emisora en la UC se busca ahora consolidar y expandir esta comunidad con nuevas iniciativas.
Jaime Donoso destaca su "estilo inclasificable" y su "gran originalidad y profunda influencia". José Oplustil, que "se alejó de todas las tendencias de su época" y Sebastián Jatz, que quizás sea suya "la primera obra de arte conceptual". Revise lo que hace único a este compositor francés y una guía para escucharlo en Radio Beethoven, grabaciones recomendadas y detalles de su ópera breve que se pondrá en escena en julio.
"Es muy importante tomar la música como un oficio y no como una carrera al estrellato", sostiene el reconocido cantautor e integrante del Club de Amigos de la emisora. En esta entrevista recorre su carrera y su vínculo con la música clásica. También profundiza en el rol que cumple Radio Beethoven.
“Tener un espacio semanal en Radio Beethoven dedicado exclusivamente a la música clásica brasileña es un logro profundamente simbólico y culturalmente significativo", destaca el embajador de Brasil en Chile Paulo Pacheco. Se emite a las 20 horas del viernes y es desarrollado por el Instituto Guimarães Rosa en Santiago.
“Agradezco que nos hayan considerado para formar parte del Club de Amigos”, declara Sergio Verdugo Encina e invitó a más auditores a sumarse. “Si no nos integramos hoy, existe en peligro de que Radio Beethoven vuelva a desaparecer… Sería la muerte intelectual de una parte de mi vida", dice Erika de la Barra von Goldammer.
Ciclos de larga duración dedicados a Maurice Ravel y Pierre Boulez, en sus natalicios, y especiales de Zemlinsky, Farrenc, Purcell y Schubert, estrenos radiofónicos de conciertos del Ciclo Bach Santiago dirigidos por Víctor Alarcón y entrevistas con el compositor Martín Letelier y la chelista Katharina Paslawsky son algunas de las novedades de ocho programas de la emisora.
La comunidad del Club de Amigos y Amigas sigue creciendo gracias a la participación de nuevos auditores y el compromiso constante de 800 amigos. Los propios radioescuchas están acudiendo con entusiasmo a grabar sus propias invitaciones en el estudio de Radio Beethoven y retirar sus tazones. Pronto debutarán nuevas formas de sumarse.