Fundación Pianos para Chile: Yvanka Milosevic y Alexandros Jusakos
El dúo abordará obras de Gluck, Chausson, Debussy y Massenet, en la Galería Patricia Ready.

El sábado 25 de noviembre se realizará el último concierto de la Temporada 2023 de Fundación Pianos para Chile en la Galería Patricia Ready.
El Ensamble Fundación, que integran pianista Alexandros Jusakos Mardones y la violinista Yvanka Milosevic Lira., abordará Melodía de Christoph Willibald Gluck en arreglo de Kreisler, Poema Op. 25 de Ernest Chausson, Sonata en Sol menor de Claude Debussy y Meditación de la ópera Thaïs de Jules Massenet.
Será a las 12 horas, en Espoz 3125, Vitacura, con acceso liberado.

Notas al programa, por Juan López-Maya
Fritz Kreisler (1875-1962) es un típico caso de niño prodigio en la música. Nació en Viena en el seno de una familia judía y su talento se manifestó tan tempranamente que ya a los cuatro años tocaba el violín y a los siete se le permitió ingresar en el Conservatorio de Viena, siendo la persona más joven en ser aceptada en esa prestigiosa institución. A los nueve años dio su primer recital y a los diez se trasladó con sus padres a París para estudiar en el famoso conservatorio de esa ciudad. Su enorme talento le auguraba un futuro brillante y entonces, en 1887, sucedió algo insólito: luego de dos años de estudio dejó el conservatorio y nunca más recibió instrucción en el violín. En 1888 viajó a los Estados Unidos donde dio una larga gira de conciertos y luego se retiró de la vida musical. Regresó a Austria, cumplió con el servicio militar y al finalizarlo se dedicó a estudiar medicina, siguiendo los pasos de su padre. Durante nueve años el joven Kreisler se olvidó de la música y no volvió a tocar el violín en público, hasta que en 1896 volvió a cambiar de parecer, decidió dejar la medicina y retomar su carrera musical. En poco tiempo se convirtió en un concertista de fama internacional, en 1899 fue solista junto a la Filarmónica de Berlín, en 1900 volvió a los Estados Unidos para una gira de un año y en 1902 se presentó en Londres.
El gran compositor inglés Edward Elgar le dedicó su concierto para violín y orquesta, el cual estrenó en la sala Queen’s Hall de la capital inglesa con el propio compositor en la batuta. Kreisler comenzó a ser considerado un fenómeno musical en ese entonces, practicaba muy poco y sin embargo tocaba el violín con un nivel cercano a la perfección -y lo hacía sin aparente esfuerzo-, su destreza con el arco era única, su timbre cálido y encantador, su ritmo su expresividad y su fraseo eran inconfundibles, a sus treinta años era ya una leyenda viviente. Su actividad como concertista apenas se vio interrumpida durante la Primera Guerra Mundial, en las décadas de 1920 y 30 se convirtió, sin lugar a duda,
en uno de los violinistas más famosos a nivel internacional. Pero en 1939, sintiéndose amenazado por la inminencia del conflicto bélico y por su condición de judío que vivía en Austria, decidió emigrar a los Estados Unidos junto con su esposa. En ese país Kreisler era ya muy conocido y pensó que podría continuar su carrera sin dificultad, sin embargo, un accidente de tránsito en 1941 tuvo consecuencias graves en su salud y le hizo perder parte de la vista y de la audición. A pesar de esto él insistió en seguir tocando y grabando, pero sus presentaciones se hicieron cada vez menos frecuentes, en 1947 hizo su última aparición en público y dos años más tarde, en 1949, realizó su última grabación. Además de ser un violinista excelso, Fritz Kreisler era un talentoso y prolífico compositor. La mayor parte de su obra está dedicada al violín -como era lógico suponer- sin embargo, escribió también cuatro operetas, una docena de canciones, cuatro piezas para violonchelo y piano y un cuarteto de cuerdas. Kreisler era muy aficionado a transcribir para el violín fragmentos de obras famosas de otros compositores, realizó docenas de estas transcripciones, entre las más célebres figuran la Malagueña y Tango de Isaac Albéniz, originales para piano; Danza española, tomada de la ópera La vida breve de Manuel de Falla; Danza española número 5 Andaluza, original para piano del compositor Enrique Granados; Danza de los espíritus benditos, de la ópera Orfeo y Eurídice de Christopher Gluck y el Rondo de la Serenata Haffner de Wolfgang Amadeus Mozart. Un legado fascinante y maravilloso, un verdadero mosaico musical que constituye el testimonio vivo de uno de los artistas más aplaudidos de la historia de la música.
Ernest Chausson (1855-1899) nació en París a mediados del siglo XIX en el seno de una familia cuyo valor fundamental era dar a los hijos una buena educación. Desde niño mostró inclinaciones por la literatura, la música y las artes plásticas. Su padre, que era un contratista de obras públicas, no estaba en contra de su vocación artística, pero insistió en que estudiara leyes. El joven complació a su progenitor, se inscribió en la facultad de derecho y se recibió como abogado en 1877 pero nunca ejerció, al final se rebeló, decidió independizarse y dedicarse a la composición. Chausson se matriculó en el Conservatorio de París, estudió ahí con Jules Massenet y además recibió lecciones privadas de Cesar Frank, dos de los más grandes maestros y compositores franceses de la época. En 1879 viajó a Alemania y tuvo la oportunidad de escuchar varias óperas de Richard Wagner que le impresionaron profundamente. Estas tres influencias; Massenet, Frank y Wagner, modelaron su estilo y lo convirtieron en uno de los representantes más genuinos del romanticismo francés tardío. Su catálogo es relativamente pequeño, con algo más de setenta obras de las cuales apenas treinta y nueve han sido publicadas, sin embargo, es muy variado e incluye música de cámara, música para piano, sinfónica, obras vocales y varias óperas.
Escrito en 1896, el Poème para violín y orquesta opus 25 es una de las obras más representativas del período tardío de Chausson y posiblemente su composición más conocida. Es una obra programática y está inspirada en un cuento del escritor ruso del siglo XIX Iván Turgenev titulado La canción del amor triunfante, en la que se habla de una melodía que produce un hechizo irreversible en quienes la escuchan. En cuanto a su estructura, Poème no se asemeja a ninguna de las formas clásicas tradicionales y podría llamársele una rapsodia, es decir, un encadenamiento libre de temas contrastantes. Aunque tiene un solo movimiento, se pueden apreciar claramente tres partes distintas precedidas de una introducción de carácter misterioso. Debido a la popularidad de esta composición, el propio Chausson hizo una reducción para violín y piano de la obra que es tan popular como la versión original.
Claude Debussy (1862-1918) nació en la pequeña ciudad de Saint German-en Laye, a pocos kilómetros al noroeste de París. A la edad de diez fue admitido en el prestigioso Conservatorio de la capital francesa para estudiar piano, pero a los pocos años descubrió que su verdadera vocación era la composición. Era un alumno brillante, pero sus profesores se quejaban de él pues decían que faltaba frecuentemente a las clases y era descuidado con sus deberes. Su maestro de composición, el gran compositor Ernest Giraud, decía que se negaba arrogantemente a seguir las reglas ortodoxas de la composición de la época. A pesar de eso logró ganar el prestigioso concurso de composición del Gran Premio de Roma en 1884, una beca concedida por el gobierno francés a los artistas más destacados de cada año. Luego de haber obtenido el Gran Premio de Roma, Debussy se convirtió en un compositor muy apreciado en Francia, pero a pesar de su gran talento y de su atractiva propuesta vanguardista, se le hizo difícil alcanzar el reconocimiento internacional. Fue recién en 1902, a sus cuarenta años, que le llegó una bien merecida fama en el exterior gracias al estreno de su única ópera, Pelleas et Melisande. A partir de ese momento su nombre comenzó a aparecer regularmente en la prensa -tanto en Francia como en el resto del mundo- y en 1903 fue nombrado Caballero de la Legión de Honor por sus méritos artísticos, la condecoración más alta que otorga el gobierno francés. Esta nueva situación fue muy provechosa para Debussy pues de todas partes le venían encargos y comisiones para componer nuevas obras y muchos editores lo buscaban para proponerle la publicación de sus obras.
El catálogo de Debussy es amplio y fascinante, hay canciones, obras sinfónicas, música para piano y música incidental para el teatro. En 1914 Jacques Durand, uno de sus editores, le hizo notar que, hasta ese momento, había publicado muy poca música de cámara y que su última composición de ese género, el Cuarteto para cuerdas en sol, había sido escrita en 1893, hacía veintiún años. Para remediar esta situación, Debussy se comprometió a componer seis sonatas para varios instrumentos y entregarlas a Durand para su publicación, desafortunadamente este proyecto no pudo completarse. Debussy comenzó a escribir sus seis sonatas de cámara en 1915, pero un terrible cáncer fue mermando su capacidad creativa y terminó con su vida en 1918, hasta ese momento sólo había logrado concluir tres de las obras prometidas a Durand: la Sonata para violonchelo y piano, la Sonata para flauta, viola y arpa y la Sonata para violín y piano. Esta sonata, terminada en 1917, fue la última obra que compuso y además, cuando la estrenó al piano, junto al violinista Gastón Poulet, en mayo de 1917, representaría su última aparición en público como pianista. La sonata para violín y piano es una obra íntima y poderosa, en sus tres movimientos Debussy logra un perfecto equilibrio entre varios sentimientos: melancolía, humor, nostalgia y exaltación. El Conservatorio Nacional Superior de Música y Danza de París, conocido simplemente como el Conservatorio de París, es una institución emblemática en cuanto a la formación de compositores se refiere. Desde su fundación en 1795, en plena Revolución francesa, ha visto desfilar por sus aulas a muchos de los mejores compositores -franceses y extranjeros- de los siglos XIX y XX.
Jules Massenet (1842-1912) fue sin duda uno de los más destacados alumnos del Conservatorio. Había nacido en la pequeña ciudad de Saint Étienne, al sudeste de Francia y siendo muy joven se trasladó con su familia a París para poder estudiar en el Conservatorio, en donde había sido admitido en 1855. Al igual que su maestro, el gran compositor francés Ambroise Thomas, Massenet se dedicó principalmente a la composición de óperas. Su capacidad de trabajo y su productividad eran asombrosas, compuso veintiséis óperas, cinco oratorios, cuatro ballets, un concierto para piano y orquesta, media docena de obras orquestales y alrededor de doscientas canciones. En 1894 Massenet compuso su ópera Thais, con libreto de Louis Gallet, basado a su vez en una novela de Anatole France. La novela está inspirada en un personaje histórico: Thais, una cortesana egipcia que vivió en Alejandría en el siglo VI de nuestra era y que luego de conocer a Athanaël, un monje cenobita, decide convertirse al cristianismo. En vida de Massenet, Thais se convirtió en un gran éxito, siendo representada en los teatros más importantes del mundo, el Metropolitan de Nueva York y el Teatro Colón de Buenos Aires entre otros. Hoy en día, desafortunadamente, es poco representada y aparece muy ocasionalmente en las grandes temporadas de ópera, sin embargo, un fragmento de esta obra se ha hecho muy popular y se ha convertido en un clásico del repertorio, se trata de la famosa Meditación, un sublime solo para violín y orquesta que representa el momento en que Thais, luego de conocer a Athanaël, reflexiona y decide abandonar su vida pagana para convertirse al cristianismo.

Yvanka Milosevic Lira es académica del Conservatorio de Música de la Universidad Mayor desde 2021. Segundo Premio en el Concurso Nacional de Violín en la ciudad de Concepción (Chile) año 2005. Se ha presentado en diversos países de Latinoamérica, Europa y Asia, en conciertos de violín y música de cámara. Ha grabado y editado la obra completa para Violín y Piano del compositor chileno Enrique Soro. Es cofundadora de la Fundación Pianos para Chile, institución dedicada a la donación de instrumentos, a la realización de conciertos y actividades formativa en distintas instituciones de índole cultural, educacional y social a lo largo del país.
Alexandros Jusakos Mardones obtuvo el Primer Premio en el Concurso “Jóvenes Solistas”, organizado por la
Orquesta Sinfónica de Chile, en 1991. Dos Premios Especiales en el IX Concurso Pianístico Internacional “Príncipe Antonio Radziwill”, en Antonin, Polonia, por su destacada interpretación de la música de Chopin, en 1996. Premio Claudio Arrau 2001, Chile. Segundo premio en el I Concurso Internacional para Maestros de Piano, Varsovia 2013.
Profesor Titular de Cátedra de Piano en el Conservatorio de Música de la Universidad Mayor desde su fundación en 2003. Ha sido Jurado en Importantes concursos pianísticos en Chile, Argentina, Perú, Ecuador y Polonia. Ha participado como solista junto a importantes orquestas tanto en Chile como en el extranjero. Se ha presentado en diversos países de Norte, Centro y Sudamérica, Europa y Asia. Ha realizado grabaciones para Radio y Televisión en Chile, Argentina, Perú, Ecuador, Estados Unidos, Polonia, Grecia y China. Ha grabado 13 discos compactos con parte de su repertorio como solista y música de cámara. En 2012 crea la “Fundación Pianos para Chile”, institución que se dedica a la donación de instrumentos musicales, a la realización de conciertos e instancias formativas en distintas instituciones culturales, educacionales y sociales del país.
La Fundación Pianos para Chile nació como un proyecto en el año 2012 respondiendo, entre otras motivaciones,
a la necesidad de realizar conciertos que tenían Yvanka y Alexandros, sus músicos fundadores. Siempre con el afán de abrir nuevos espacios para la música de cámara, cada vez que proponían un concierto en lugares que no fueran las tradicionales salas de conciertos, se enfrentaban a la dificultad de que no había pianos. Para esta situación surgían dos soluciones: una, arrendar un piano, lo cual encarecía muchísimo la actividad, sobre todo porque esto involucraba el traslado a lo largo de Chile y; dos, tocar con un piano eléctrico, lo cual empobrecía tremendamente la calidad de la presentación.
A raíz de esta dificultad y comparando con la realidad de Polonia, en donde residían los músicos (que en todo el país
tiene la especial característica de contar con pianos en salas de conciertos, centros culturales, centros sociales, escuelas) es que a Alexandros se le ocurrió que una posibilidad sería traer pianos desde Polonia a Chile, ofrecer conciertos utilizando uno de estos pianos y una vez realizada la presentación dejarlo en donación en cada localidad, con el objetivo de que éstos fueran semillas que permitieran impartir clases permanentes y realizar más conciertos de música de cámara en un impulso generoso de ofrecer una cartelera cultural a cada localidad y posibilidades de trabajo para más músicos profesionales. Así nació en un comienzo el Proyecto Pianos para Chile, que el año 2014 se convirtió en Fundación Pianos para Chile con los mismos músicos fundadores como parte de su directorio y equipo de trabajo.
Con el paso de los años han entregado más de 200 pianos desde Arica a Puerto Williams.
Información: Fundación Pianos para Chile.