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Exposición

Centro Cultural Las Condes: Tatau. Arte en la piel

Desde centenarias piezas de arte prehispánico hasta la obra del artista belga Wim Delvoye se exhiben en esta muestra.

Concurso del mejor tatuaje, París, 1950. Fotografía de Robert Doisneau.

Durante cientos de años el tatuaje en Occidente estuvo asociado a la marginalidad y la exclusión social. Recién a partir de la década del 60 del siglo XX, fue entrando en la cultura pop para volverse hoy una práctica transversal y socialmente aceptada; personas de todas las edades y profesiones están tatuadas, alcanzando el 40 % de la población mundial.

Pero los tatuajes no tienen nada de “moderno”. Su presencia es tan antigua como el hombre, tal como demuestra Ötzi, la momia de un italiano que vivió en el 3.300 A.C. y los cuerpos con marcas de tinta en las culturas prehispánicas, polinésicas y asiáticas.

El 4 de diciembre se inaugurará “TATAU. Arte en la piel”, muestra multidisciplinaria que investiga en los orígenes ancestrales del tatuaje y destaca su incorporación al mundo del arte. La presentará la Corporación Cultural de Las Condes hasta el 23 de enero en su centro cultural, ubicado en Apoquindo 6570. Abierto de martes a domingo, de 10:30 a 13:15 horas y de 14:30 a 18:45 horas, con acceso gratuito.

Con la participación de las embajadas de Francia y Bélgica y curada por Verónica Besnier junto al equipo de la corporación cultural, se exhiben desde centenarias piezas de arte prehispánico hasta la obra del artista belga Wim Delvoye, que utiliza el cuerpo de otro hombre como soporte. Asimismo, contempla una sección de arte contemporáneo nacional con la participación de artistas que incorporan el tatuaje en su obra, como Cecilia Avendaño, Juana Gómez y Cristián Velasco, entre otros.

El término maorí “tatau”, que originó la palabra tatuaje, hace referencia a distintas cosas, desde el sonido de las herramientas al golpear la piel hasta el respeto o el deber.

“La exposición es un paseo por un universo que para muchos puede ser desconocido y en ciertos casos sorprendente. La exposición es una inmersión, en sus grandes líneas, a la historia del tatuaje y su evolución en la sociedad, como también su mundo: la práctica, los diferentes estilos y los autores detrás de ellos. Y también aclara las razones por las cuales el tatuaje puede ser una obra de arte como también una obra viva”, explica Verónica Besnier.

Tim, obra viva de Wim Delvoye, en el Louvre, París, en 2012.

En términos sociales, el tatuaje marca un proceso histórico de empoderamiento de los individuos frente a las normas sociales tradicionales, las religiosas en particular. Si ayer era un arte bruto y rebelde, hoy se habla de él abiertamente y es aceptado por muchos. Llevar una marca de tinta en la piel es un ejercicio masivo dentro del cual las personas aspiran a inscribir de manera permanente una dimensión única de su ser frente a una sociedad globalizada.

“Porque vivimos en un mundo globalizado en el que somos todos iguales, pero todos diferentes, el tatuaje pasa a ser hoy en día una afirmación, una firma personal. Cada marca de tinta en la piel es reflejo de la historia individual, como pueden ser los rasgos o las cicatrices, y es probable que este fenómeno explique en cierta forma su tendencia en constante aumento”, señala Besnier al respecto.

La muestra "TATAU. Arte en la piel" está concebida en cuatro capítulos interrelacionados. El primero contempla los orígenes y la práctica del tatuaje en civilizaciones ancestrales. Se exhiben fotografías, ilustraciones y piezas originales de culturas prehispánicas, polinésicas y africanas que dan cuenta de cómo se tatuaban sus integrantes. En el caso de África central, el ejercicio llega a su grado extremo y es reemplazado por las escarificaciones o incisiones en la piel.

El segundo está dedicado a fotografías de autor de nombres tan conocidos como el francés Robert Doisneau, o los chilenos Sebastián Utreras (con un retrato de Alberto García-Alix) o Tomás Munita, entre otros. Aparecen cuerpos, rostros, extremidades tatuadas, demostrando cómo la estética del tatuaje ha evolucionado desde el siglo XX a lo que va de éste.

Concurso del tatuaje más bello en Mouffetard, París, en 1950. Fotografía de Robert Doisneau,

Luego, un tercer capítulo presenta al mundo del tatuaje y sus códigos, que nos introduce en un espacio desconocido e íntimo. En fotografías, aparecen los tatuadores, sus talleres, sus estilos. También se exhiben las herramientas que usan y los dibujos que finalmente serán aplicados en la piel.

En tanto, el tatuaje y el arte se toman el cuarto capítulo, con la incorporación del simbolismo del tatuaje en el arte contemporáneo. Autores diversos de Chile, México y Bélgica abordan desde su propia perspectiva la problemática de la cultura del tatuaje. Algunos, como Juana Gómez, lo hacen desde la mirada poética al cuerpo, y otros, como Rodrigo Cabezas, plantean directamente la reproducción de su obra sobre cualquier soporte, incluyendo el cuerpo. El capítulo finaliza con la obra del controvertido artista belga Wim Delvoye que ha revolucionado el mundo del arte al presentar a Tim, una obra viviente que incluso fue recientemente subastada.

Mención aparte merece el trabajo del conocido ilustrador nacional Fab Ciraolo que, con técnicas digitales, revive a conocidas figuras de la cultura universal, dotándolos de actitudes y fisonomía contemporánea, donde el tatuaje es parte de los códigos estéticos. Su obra inunda espacios públicos de Santiago, Buenos Aires y Ciudad de México, y pocas veces se exhibe en salas de exposición.

En el marco de la muestra, se presentará la película tunecina El hombre que vendió su piel, nominada a mejor película extranjera en la última versión de los premios Oscar, y se ofrecerá una charla con Alejandra Araya, antropóloga y académica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, quien ha investigado sobre la historia de los cuerpos.

Información: Corporación Cultural de Las Condes.

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